“NO ESTOY DISPUESTO A VIVIR A MEDIAS”
Dar y esperar a medias, es como querer agarrar el aire con los dedos, o pretender que el pampero no se cuele en plena rambla. En un acto de mendicidad, a medias se recibe lo que sobra o se acepta ese apretón de manos anémico.
“A medias” con su falsa cara de generosidad nos toma del brazo y nos engatusa, haciéndonos creer que sus migajas son un exquisito plato al que no debemos resistirnos. Así sin pensarlo demasiado nos conformamos con sus escuálidas y egoístas ofertas.
Hay un viejo refrán que dice que “las medias son para los pies”.
Las medias tintas te dejan parado en el filo de una navaja, en la que si te corres un poquito caes al precipicio.
El amor lejos está de ser conservador, de imponer normas o reglas, vuela libre, espontaneo, genuino y sincero. De aquí que a medias nada, porque se entrega y da con integridad desde lo que es, un instinto básico que permanece desde la noche de los tiempos, para fusionarse y sobrevivir con otro organismo.
Y cuando las cosas se dan a medias puede ser por: miedo, egoísmo, descreimiento, falta de compromiso, de entusiasmo, ilusión, o simplemente por querer vivir anestesiados en ese limbo en el que casi no se siente porque ya nos quemamos con leche hervida.
Las medias no dejan lugar para el todo, para la pasión, para el esfuerzo incansable, para el gozo sincero, para la generosidad y la fraternidad necesaria en la vida.
Así van quedando proyectos a medio camino, esperanzas truncadas, parejas rotas, corazones partidos, proyectos a medio hacer, familias a medio construir, ojos partidos por el desencanto…
Y andamos a medias, producto de seguir con pocas ganas, para pasar desapercibidos, mimetizándonos con ese gris de la vereda, con cara de pocos amigos, encorvados y con paso cansino.
También parte de lo aprendido es lo que nos lleva por este camino a medias, en que incorporamos todo lo que aprendemos, sin cuestionarlo, sin preguntarnos ni si quiera si estamos de acuerdo, o si lo que llevamos en la mochila nos sirve para algo.
Quizás sea tiempo de desaprender lo aprendido, de interrogar a la vida y a nosotros mismos, de traspasar los umbrales conocidos para poder entonces descubrir algo nuevo, dejando de lado las dudas, los miedos y los preconceptos.
A medias no se llega a la meta, por más que la meta sea el camino, transitar decididos a todo, a enfrentar lo bueno y lo malo, lo que nos gusta y lo que no, así como lo que queda en el medio, es parte del recorrido.
Vivir con intensidad y sobre todo al máximo lo que fue, es y está por venir es decir: “No estoy dispuesto a vivir a medias”
Andrea Calvete
“A medias” con su falsa cara de generosidad nos toma del brazo y nos engatusa, haciéndonos creer que sus migajas son un exquisito plato al que no debemos resistirnos. Así sin pensarlo demasiado nos conformamos con sus escuálidas y egoístas ofertas.
Hay un viejo refrán que dice que “las medias son para los pies”.
Las medias tintas te dejan parado en el filo de una navaja, en la que si te corres un poquito caes al precipicio.
El amor lejos está de ser conservador, de imponer normas o reglas, vuela libre, espontaneo, genuino y sincero. De aquí que a medias nada, porque se entrega y da con integridad desde lo que es, un instinto básico que permanece desde la noche de los tiempos, para fusionarse y sobrevivir con otro organismo.
Y cuando las cosas se dan a medias puede ser por: miedo, egoísmo, descreimiento, falta de compromiso, de entusiasmo, ilusión, o simplemente por querer vivir anestesiados en ese limbo en el que casi no se siente porque ya nos quemamos con leche hervida.
Las medias no dejan lugar para el todo, para la pasión, para el esfuerzo incansable, para el gozo sincero, para la generosidad y la fraternidad necesaria en la vida.
Así van quedando proyectos a medio camino, esperanzas truncadas, parejas rotas, corazones partidos, proyectos a medio hacer, familias a medio construir, ojos partidos por el desencanto…
Y andamos a medias, producto de seguir con pocas ganas, para pasar desapercibidos, mimetizándonos con ese gris de la vereda, con cara de pocos amigos, encorvados y con paso cansino.
También parte de lo aprendido es lo que nos lleva por este camino a medias, en que incorporamos todo lo que aprendemos, sin cuestionarlo, sin preguntarnos ni si quiera si estamos de acuerdo, o si lo que llevamos en la mochila nos sirve para algo.
Quizás sea tiempo de desaprender lo aprendido, de interrogar a la vida y a nosotros mismos, de traspasar los umbrales conocidos para poder entonces descubrir algo nuevo, dejando de lado las dudas, los miedos y los preconceptos.
A medias no se llega a la meta, por más que la meta sea el camino, transitar decididos a todo, a enfrentar lo bueno y lo malo, lo que nos gusta y lo que no, así como lo que queda en el medio, es parte del recorrido.
Vivir con intensidad y sobre todo al máximo lo que fue, es y está por venir es decir: “No estoy dispuesto a vivir a medias”
Andrea Calvete