Dulce, agrio, intenso, desmedido… soñado como todo lo que parece no estar a nuestro alcance. Una mezcla de aromas y sabores se entrelazan en busca de realizarlo, ¿a qué precio? ¿Quién no ha soñado con algo inalcanzable, imposible? He aquí el sabor de la conquista, el juego de seducción que se teje en manos de quien con fervor intenta llevar a cabo un deseo. Por suerte nuestra mente no delata esos deseos, porque algunas veces distan y se contraponen con lo que debería ser, algo tan relativo y discutible, pero que en definitiva nos lleva a tomar ciertas decisiones por momentos equivocadas. Nuestros deseos son persuasivos, se presentan y nos acompañan para que les demos cabida, con tanta insistencia, que pareciera que la cabeza nos va a estallar. Se paran generalmente, desafiantes, impetuosos, osados, de modo que es difícil guardar la compostura y la ecuanimidad. Son verdaderos disparadores de acciones en forma constante. Se presentan por las noches, en los sueños más profundo