UN PERSONAJE LLAMADO AMOR
¿Quién no se ha enamorado alguna vez, ha gozado, sufrido, ha sentido dicha y dolor? Porque el amor por momentos tiene esas contradicciones propias de ser un sentimiento intenso, fervoroso, grandioso, en el que se entrega mucho de sí en busca de complacer a la persona amada. Y cuando nos entregamos, generalmente lo hacemos con intensidad, con pasión, con devoción y vehemencia, motivos que no nos permiten ver con claridad cuál es nuestra actitud. Y de este modo, la entrega se convierte en un acto en el que muchas veces las situaciones pierden nitidez. Y la gran paradoja se suscita porque parece no tener ni pies ni cabeza, que alguien que por momentos nos despierta sentimientos tan buenos, en otros nos invita a compartir el dolor y la amargura. Quizás la respuesta sea simple si vemos que cuando el ser amado sufre, es imposible no sufrir con él y, aún peor, si no podemos aliviar su dolor, entonces nos sentimos como meros espectadores de una escena ajena, atados de pies y manos.