UNA MIRADA PUEDE MÁS QUE MIL PALABRAS
Las miradas dicen tanto sin emitir una palabra, reflejan nuestro estado anímico y ser más profundo. Algunas veces aceleradas buscan su rumbo, otras cansinas una pausa, y no faltan las que llenas de dolor se refrescan con las lágrimas, o las que cargadas de entusiasmo sacan a luz su brillo más espléndido. El espejo no tiene piedad, en él se reflejan todas las imágenes sin excepción. Del mismo modo, nuestros ojos dejan traslucir sus luces, sus sombras, sus claros y oscuros, sus lugares más íntimos y recónditos. Quien nos conoce en profundidad puede percibir ese brillo que emana día a día, con sólo mirarnos detenidamente unos instantes, y puede entonces una mirada mucho más que mil palabras. Son muchísimas las escenas en las que las miradas se cruzan, la primera y más cálida cuando una madre mira a su pequeño hijo recién nacido, quien con la misma intensidad se la sostiene, y se establece un diálogo mágico sin palabras, sin sonidos, sólo el palpitar de las pupilas que se dilatan cuando