EL ALMA DE UNA CASA
Los postigos levantados eran señal de que alguien ya estaba en pie en aquella casa. La ciudad comenzaba a despertarse lentamente, con un bostezo grande lleno de pereza, propio de cada comienzo en el que todo engrana lentamente. ¿Por qué será que las primeras horas de la mañana pasan volando? Estamos algo dormidos o poco espabilados, lo cierto es que todo lleva más tiempo y se hace más lento. Por las calles el tránsito aumentaba lentamente, y el olor a café invadía las veredas, así como la presencia de algún vecino que ya pasaba con su termo y mate debajo del brazo. Aquella pequeña casa en la que todo parecía relucir, desde las ventanas prolijamente pintadas de blanco, los canteros del jardín lleno de flores coloridas, como la puerta con terminación ovalada invitaba a los transeúntes a entrar. Por encima de la puerta, una pequeña Santa Rita tupida de flores rojas era el marco que coloreaba la entrada. En este hogar vivía, hacía más de veinte años, una pareja mayor ya jubilados...