ENSANCHAR LA VIDA
No se trata de contar los días, sino de hacerlos inmensos, como un cielo que dilata el amanecer. De nada sirve prolongar el tiempo si lo atravesamos con prisas, con la mirada perdida en un mañana que siempre parece lejano. Ensanchar la vida es otra cosa: es desplegar el instante, sentir cómo cada momento se vuelve ancho, hondo e infinito. Ensanchar la vida es llenarla de presencias, de esos pequeños placeres que se posan en el alma como un rocío suave. Es dejar de esperar el momento perfecto para vivir, y darnos cuenta de que el ahora es la única certeza. Es atreverse a oler la tierra mojada tras la lluvia, a saborear sin culpa el dulce de la tarde, a detenerse en medio del camino solo para ver cómo el viento baila entre los árboles. Cuando ensanchamos el presente, el tiempo deja de ser un río que huye y se convierte en un lago sereno donde todo cabe: el asombro de una risa, el calor de un abrazo, la música de una palabra dicha a tiempo. Es entonces cuando entendemos que no se trata ...