EL JAZMÍN DE LOS VERANOS ETERNOS

Aquella Navidad llegó anticipada, como si diciembre hubiera decidido adelantarse para regalarnos el último verano de la infancia. La casa de la abuela estaba rodeada de jazmines ; era imposible caminar por el jardín sin oler su perfume. Dulce y persistente, parecía envolverlo todo: las tardes de juegos, las noches bajo las estrellas, el sonido lejano del mar y las risas inconfundibles de quienes ya no están. Mi abuela decía que el jazmín tenía memoria. Según ella, cada flor guardaba un momento, y cuando el viento pasaba entre sus ramas soltaba fragmentos de historias. Me reí, pero en silencio, porque a veces sentía que tenía razón. Había algo en ese aroma que te llevaba a lugares que no sabías que habías visitado, a tiempos en los que no recordabas haber vivido. Ese verano, la abuela decidió que la Navidad debía celebrarse al aire libre , bajo un cielo despejado y con la brisa del mar como invitada de honor. "La noche será blanca como el jazmín", dijo mientras colocaba farole...