RECUERDOS PERLADOS
Algunas veces me pongo a pensar si la que sonríe menos es la vida o soy yo, luego de un rato de elucubrar por la mente no me queda muy claro, pero lo cierto es que ambas con el correr de los años llevamos el peso de todo lo que de alguna manera va quitando el sueño, la motivación o la esperanza. Por eso es maravilloso, cuando en una persona de unos cuantos años aún podemos percibir una risa sincera, una mirada llena de amor o la simple chispa de la ilusión, porque de alguna manera esa persona aún no ha dejado de palpitar al ritmo de sus deseos, de sus sueños, de sus búsquedas, porque no se ha dado por vencida y porque queda en ella viva un destello de esperanza, y ante todo un gran poder de conmoción.
Hoy por hoy es frecuente dado la cantidad de estímulos a las que estamos expuestos que cada vez nos sorprendamos menos, y así sin darnos cuenta nos vamos anestesiando a sentir, cada vez nos conmovemos menos, y muchas veces no disfrutamos de un simple amanecer o de una noche de luna llena, simplemente porque nos cerramos a sentir. Las causas por las que decimos no a vibrar a sintonizar con nuestro alrededor pueden ser múltiples, cansancio, apatía, desencanto, desesperanza, pero evidentemente todos sentimientos negativos a los que le vamos dando cabida, y una vez que se instalan son muy malos compañeros de ruta.
Quizás hoy sea un buen momento para rescatar como les decía esos recuerdos perlados por el transcurso del tiempo, por la magia de cada acontecimiento, por el perfume de un verano que llega para alojar su encanto estival, con la tibieza del aire, por los colores llenos de vida, y por una estación que invita a vivir y a gozar de nuestros sentidos en toda nuestra plenitud.
Comienza la danza de los primeros calores nutridos de aromas, de sonidos llenos de vida y encanto. Con cierta magia se aproxima el verano, con una mirada tibia y con la calma de las mañanas perfumadas por esperanza y vitalidad. Un cielo celeste brilla diáfano mientras las notas veraniegas se esparcen por entre los árboles, los pájaros no paran de trinar, con profunda emoción cantan desde alba hasta que anochece. Los escucho atenta y me pregunto: ¿Qué dirán, qué querrán expresar? Lo cierto es que están desbordantes de energía, me dejo contagiar por su algarabía.
Cómo no recordar la sombra fresca de la parra que comenzaba a llenarse de uvas, o del sauce llorón meciendo sus ramas al viento! Las Santa Ritas de cara al sol desbordadas de colores. Las mariposas revolotean efímeras en esa plenitud de aromas y sensaciones que daban paso al verano. Las ventanas abiertas, y la brisa perfumada de jazmines y lavandas, los espacios al aire libre desbordados de personas que desean aprovechar de un hermoso día al aire libre.
Por eso hoy traigo a la memoria recuerdos perlados por el transcurso del tiempo, por la magia de cada acontecimiento, se cuelan lentamente en mis pensamientos, siento su perfume veraniego lo disfruto y me dispongo a dejarme sorprender por esta estación en la que la vida sonríe con plenitud.
Andrea Calvete