NOCHE MÁGICA
En un tiempo lejano había ideas que con el mero hecho de sobresalir elevaban su voz, iban desoyendo a las palabras, razones y argumentos. Cerraban las puertas al diálogo y al entendimiento. Eran tiempos convulsos en las que las ideas reprimidas, prisioneras o proscritas caminaban encapuchadas con largas túnicas en las que sólo alcanzaba a verse un perfil sombrío donde la respiración llegaba entrecortada. Por entre baldosas negras y blancas caminaban todas sin excepción, pero a las ideas reprimidas tenían una capacidad sumamente asombrosa cuando pisaban la línea entre la baldosa negra y blanca, como por arte de magia se producía una baldosa gris en la que el tránsito se volvía agradable y llevadero. Las ideas represoras miraban de reojo aquel hecho pero no lograban entender por qué ellas no tenían esa capacidad.
No había manera las represoras se esforzaban con especial esmero pero no alcanzaban a dilucidar aquel misterio. Encolerizadas encarcelaban ferozmente a las ideas que caminaban libres más allá de cualquier obstáculo, pero no podían con ellas. Siempre se preguntaban cómo habían hecho para no sucumbir desde tiempos tan lejanos.
Así una noche agotadas de tanta represión y castigo, se reunieron en la gran celda circular en torno a la luz de la luna que entraba por la claraboya. Hicieron una inmensa ronda, la luna proyectaba una luz mágica y perlada, y el sonido de la noche era un nocturno a la luz de las estrellas. La más anciana se puso de pie y dijo: “Todas al unísono caminaremos alrededor del círculo entre baldosas negras y blancas, iremos por la línea media, en breves minutos pisaremos esa parte gris a partir de la cual volaremos por esta misma claraboya que hoy nos ha servido de techo” Todas se pusieron de pie y se dispusieron a cumplir con su pedido.
Como vestigio de ellas habían quedado sus túnicas dobladas en ronda, y un halo mágico alrededor del círculo prácticamente imposible de percibir por el que con delicada precisión y paciencia habían entrado en ese punto de contacto en el que las ideas no se matan ni se aprisionan.
No había manera las represoras se esforzaban con especial esmero pero no alcanzaban a dilucidar aquel misterio. Encolerizadas encarcelaban ferozmente a las ideas que caminaban libres más allá de cualquier obstáculo, pero no podían con ellas. Siempre se preguntaban cómo habían hecho para no sucumbir desde tiempos tan lejanos.
Así una noche agotadas de tanta represión y castigo, se reunieron en la gran celda circular en torno a la luz de la luna que entraba por la claraboya. Hicieron una inmensa ronda, la luna proyectaba una luz mágica y perlada, y el sonido de la noche era un nocturno a la luz de las estrellas. La más anciana se puso de pie y dijo: “Todas al unísono caminaremos alrededor del círculo entre baldosas negras y blancas, iremos por la línea media, en breves minutos pisaremos esa parte gris a partir de la cual volaremos por esta misma claraboya que hoy nos ha servido de techo” Todas se pusieron de pie y se dispusieron a cumplir con su pedido.
Como vestigio de ellas habían quedado sus túnicas dobladas en ronda, y un halo mágico alrededor del círculo prácticamente imposible de percibir por el que con delicada precisión y paciencia habían entrado en ese punto de contacto en el que las ideas no se matan ni se aprisionan.
Andrea Calvete