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¿QUÉ ES MÁS FÁCIL DECIR SI O NO?


El ser humano siempre se ve enfrentado ante esta disyuntiva, donde el si o el no surgen varias veces al día. A su vez, esa dualidad se presenta a lo largo de su vida a través de la presencia constante de distintos conceptos opuestos, pero también complementarios y fundamentales para lograr un equilibrio vital.

Algunos ejemplos sobre esa dualidad presente y necesaria en la vida del hombre son el día y la noche; la vida y la muerte; el bien y el mal; el sol y la luna; la tierra y el cielo; el agua y el fuego; lo femenino y lo masculino, el oriente y el occidente, entre otros.

Y antes de analizar las distintas alternativas que surgen a la hora de responder si es más fácil decir si o no, cabe recordar que a pesar de vivir en una era donde predominan las balanzas digitales, nuestra mente intenta establecer un equilibrio a través de las antiguas balanzas de dos platillos, para ver qué pesa más o menos en la vida. Mas los adelantos no facilitan la tarea de escoger qué situar de cada lado de la balanza.

Quizás las múltiples opciones ante una misma posibilidad, sea lo que hace más difícil dar una respuesta. Asimismo, en esta carrera arribista, donde los minutos parecen esfumarse no existe demasiado tiempo para la reflexión, el cuestionamiento y la paciencia. Todo esto lleva algunas veces a contestar si o no a destiempo o en forma equivocada.

Según cada persona habrán acontecimientos o hechos de mayor entidad o peso que se ubicarán del lado positivo o negativo dependiendo del criterio individual, lo que a su vez conducirá a responder si o no.

Pero más allá de los motivos personales hay gente a la que no le gusta ser terminante y sale por la tangente con un “tal vez, quizás, veremos”. Pues el enfrentar un si o un no requiere muchas veces confrontaciones importantes, a las que se debe estar dispuesto.

Tantas veces las personas  ganan un si por cansancio, por insistencia, pero ese si no es espontáneo, sino que es el producto de un sinfín de cuestionamientos, agotamiento psicológico, que en definitiva ponen a prueba la paciencia.

Asimismo, están las respuestas espontáneas que implican decir lo primero que viene a la mente sin medir las consecuencias, estas quizás sean las más problemáticas, pero las más sinceras y francas.

El cantautor Ricardo Arjona en unas de sus canciones dice “dime que no y me tendrás pensando todo el día en ti, clávame una duda y me quedaré a tu lado”, este pensamiento es aplicable a toda la especie humana, pues la seguridad mata al hombre, porque la duda y la inseguridad, forman parte de un encanto inherente al ser humano, de ese cosquilleo en el estómago que a tantas personas les agrada sentir.

Y no faltan los que tienen el si fácil, los que responden casi en forma inmediata. Pero, como contrapartida están los que tienen el  no a flor de piel, y difícilmente digan a algo que si. Son dos casos extremos, mas vale la pena mencionarlos.

A la complejidad a la hora de pensar y actuar de cada persona, cabe agregar las circunstancias que sean pertinentes, al momento de responder.

Quienes sean más temperamentales, tendrán un si o un no más fácil, mientras que quienes sean racionales se detendrán a analizar la respuesta con meticulosidad y tiempo.

Seguramente los indecisos se unan a los racionales, pues tampoco ellos sabrán qué contestar ante su propia inseguridad.

Asimismo, el estado anímico en el que se encuentre la persona incidirá en la respuesta, pues si está enfadada o furiosa la contestación será muy distinta a si está calma.

Por otra parte, muchas veces las presiones externas llevan a decir si o no sin realmente estar convencidos de lo que se quiere. Más a la larga esta decisión saltará por sí sola señalando el error o el acierto según el caso.

Entonces, decir si o no según la circunstancia dependerá de cada uno, de su forma de ser y del momento anímico que transite. Pero, más allá de estos puntos a tener en cuenta, siempre está en nosotros la posibilidad ante la duda de tomar un debido tiempo para dar una respuesta adecuada, sin precipitarnos y saltar al vacío.

Asimismo, en esta disyuntiva del si y el no juegan un papel preponderante la tarea de definir las prioridades, y ante todo no olvidar que el tiempo no se detiene, mientras se desliza en forma paralela con nuestra vida, por eso no debemos dejar escapar lo que realmente anhelamos o queremos.

Y retomando el ejemplo de la balanza, aunque los platillos pueden ser muy precisos, el lograr un mediano equilibrio dependerá exclusivamente de cada uno de nosotros, pues las balanzas de la vida son difíciles de calibrar, y más cuando se ponen en juego los sentimientos, los afectos, la mente y, siendo más profundos, el alma.

Y en ese calibrar será imprescindible hacer primar las cosas buenas, para que estas nos impulsen y generen energías para luego hacer frente a aquellas que no lo son y que de igual modo debemos asumir y conllevar.

La naturaleza amenazada seriamente, también está, al igual que el hombre, luchando por mantener ese equilibrio perfecto tan difícil de alcanzar. Paralelamente, las sociedades experimentan importantes períodos de transformación tras la búsqueda de ese equilibrio que muchas veces raya con la utopía.

Y entonces nos cuestionamos ¿qué pesa en nuestras vidas?

Del lado positivo podríamos sopesar: los afectos, el cariño, el amor, el trabajo, la salud, la amistad, el dinamismo, la vitalidad, la constancia, y todo aquello que nos permita crecer como personas, teniendo en cuenta que hasta el último de nuestros días seguiremos aprendiendo.

Del lado negativo: el egoísmo, el odio, el rencor, la pereza, la falta de ganas, la vanidad, la hipocresía, la ignorancia, la mentira, el dejarse estar… y todo aquello que nos amargue y oscurezca nuestras almas.

Que pesen más o menos algunas circunstancias  será cuestión de cada uno, pero en ese análisis vale la pena recordar que el tiempo avanza y no se detiene, entonces será mucho más sencillo estimar qué cosas pesan más o menos de acuerdo a nuestros valores.

Es responsabilidad de todos, desde lo individual y de lo colectivo, aportar nuestro pequeño grano de arena para que de esa dualidad existente en la propia naturaleza del ser humano, surja una síntesis positiva. Quizás la frase de Francisco de Asis: “La vida cura la vida y el amor supera en nosotros el odio que mata”, sea un buen punto de partida para lograrlo.

Finalmente, esa dualidad que conforma la balanza es similar al concepto planteado por la filosofía oriental del yin y yang, que reflejan esa puja entre las fuerzas opuestas y complementarias. El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. También esa dualidad de la vida y la muerte a la que el hombre se enfrenta son similares a las que se presentan cuando tenemos que decir si o no, ya que siempre buscamos un equilibrio en nuestras vidas, y los opuestos se complementan.

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