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EL SABOR DEL DESEO

Dulce, agrio, intenso, desmedido… soñado como todo lo que parece no estar a nuestro alcance. Una mezcla de aromas y sabores se entrelazan en busca de realizarlo, ¿a qué precio?

¿Quién no ha soñado con algo inalcanzable, imposible? He aquí el sabor de la conquista, el juego de seducción que se teje en manos de quien con fervor intenta llevar a cabo un deseo.

Por suerte nuestra mente no delata esos deseos, porque algunas veces distan y se contraponen con lo que debería ser, algo tan relativo y discutible, pero que en definitiva nos lleva a tomar ciertas decisiones por momentos equivocadas.

Nuestros deseos son persuasivos, se presentan y nos acompañan para que les demos cabida, con tanta insistencia, que pareciera que la cabeza nos va a estallar.

Se paran generalmente, desafiantes, impetuosos, osados, de modo que es difícil guardar la compostura y la ecuanimidad. Son verdaderos disparadores de acciones en forma constante.

Se presentan por las noches, en los sueños más profundos, o cuando quedamos con la mente en blanco soñando despiertos. De allí su intrínseca relación con la magia y la fantasía que los rodea suavemente.

Se valen de cualquier artificio para que los llevemos a cabo, nos embriagan con poder de la palabra, tienen el don de decir lo justo para que se nos despierten todos los sentidos.

Algunas veces lejos de alcanzarlos, los hacemos reales a través de una novela o película que nos traslada a esa ficción que nos gustaría interpretar o vivir.

Son primos hermanos de lo prohibido, con su sabor atractivo y con la ebullición permanente como forma de tentarnos con lo que más tarde nos traerá un dolor de cabeza, pero las pasiones humanas no saben de consecuencias.

En ocasiones oprimen el pecho, como una espada que nos atraviesa, como una pulsión que busca salir desde lo más profundo a la luz.

Día a día, se pueden renovar y crecer, está en cada uno permitir que a su lado se siente la ilusión cargada de vitalidad y energía.

En la medida que esos deseos se convierten en acción, avanza la confianza en uno mismo, en el sí puedo, en el soy capaz. En realidad, somos capaces de muchísimas cosas, sólo es cuestión de proponérnoslo y no darnos por vencidos.

También son parte de los sueños que nos alimentan en esta ruta, en la que tantas veces nos vemos al borde un inmenso precipicio, ahogados en la propia desesperación, pero llegan como verdaderos auxiliadores a la hora de inyectarnos esperanza.

Asimismo, tienen un gran poder energético, el que se incrementa cuando creemos en ellos, confiamos plenamente y les damos cabida a través de nuestra mente.

Por momentos, llegan para complacer caprichos que toman apariencia disfrazada y confusa, para ser cumplidos de la mejor manera. En tal sentido, la creatividad y la imaginación son dos aliados muy importantes para dejarlos fluir.

Se presentan como gladiadores a luchar con lo que hemos reprimido producto de lo aprendido, inculcado y vivenciado. Así se implantan en busca de rescatar lo olvidado, postergado o guardado por miedo, la mayoría de las veces infundado.

Son el gran motor que mantiene viva esa llama que ilumina y da calor a nuestra vida, al transcurso de esa existencia algunas veces incomprensible, llena de desafíos por sortear o resolver, pero que vale la pena conquistar y descubrir.

Andrea Calvete




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