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EL PLANTASUEÑOS

En una noche iluminada por las estrellas, decidió plantar sus sueños, beber los vientos de la esperanza e impregnarse del perfume de los días. La luna con su sonrisa cómplice y blanca plateó sus ideas.

-La siembra debe darse en terreno fértil, con trabajo y esmero para que la semilla germine y crezca. ¡Qué mejor momento para poner manos a la obra!- pensó, mientras se dejaba seducir por los cabellos grises del invierno.

Así fue introduciéndose de a poco en los pendientes, en esos sueños que habían quedado a la espera, escondidos. Con renovado esfuerzo, le puso pienso, compromiso e ilusión a los sueños que estaba por plantar. Era cuestión de mucha perseverancia si quería enfrentar los contratiempos y las adversidades.

Dispuesto a plantar sus sueños se zambulló en la imaginación y nadó por la creatividad, saboreó copas dulces y amargas, escuchó la música de la naturaleza y recorrió la textura del tronco del árbol sobre el que había erguido su vida.

Sin quererlo llegó hasta un estanque donde quedó embelesado con la imagen de una flor de loto. Su perfección y gracia fueron una señal para seguir con la vitalidad encendida.

Dispuesto a todo, el plantasueños se aventuró a los sí puedo, dejó pasar a la utopía para hacerla más cercana. Se paseó por los lilas difusos en los que la tranquilidad se mezclaba con la magia. Cinceló uno a uno los sueños para dar comienzo a esa obra de arte, en la que se permitió dejar volar todos sus sentidos.

Soñó despierto y dormido, dejó ser a la movediza quietud, en un intento de que no lo aplastase la tediosa rutina.

Con la pasión encendida y el perfume de sus pupilas soñadoras el plantasueños se dispuso a sembrar, abrazado a la fe y la esperanza, para dejarlos crecer con ilusión y alegría.

Andrea Calvete

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