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FABRICANTE DE RESPUESTAS

En un acto reflejo elevó su mirada al cielo, se perdió entre las nubes en busca de una respuesta. Navegó entre los recuerdos, saltó entre las risas de su infancia, caminó por las orillas de sus relaciones, y buscó entre los anaqueles de sus afectos, así se deslizó entre nubes vaporosas llenas de encanto y magia hasta llegar a un nubarrón que amenazaba con tormenta.

Las tormentas también tienen sus encantos, los contrastes del cielo son impactantes, permiten transitar por esas divergencias conmovedoras que son los que marcan esos quiebres o puntos de inflexión. Si bien la armonía suele ser parte de la paz de nuestros días, algo de sal y de pimienta también son necesarias para sentir que nos corre sangre por las venas, o que nuestro pulso aún sigue latiendo. Así la tormenta que avizoraba si bien le generó un nudo en su estómago, le produjo un cosquilleo cargado de emoción, entonces con el impulso renovado se dirigió hacia el ojo de la tormenta.

Paralizado ante aquella imagen majestuosa respiró profundo, intentó impregnarse de ese espectáculo formidable que estaba ante su vista, el aire era pesado y olía a lluvia. Hoy estaba dispuesto a mojarse a sentir la lluvia caer en su cuerpo a disfrutarla. Comenzaron a caer las primeras gotas mansas perfumadas por el yodo del mar y las lavandas de un jardín cercano. Mientras sentía el agua que recorría su cuerpo, no salía de su asombro, allí estaba parado frente a una disyuntiva muy difícil de resolver, aunque tenía claro que no debía haber traspasado ciertos límites, lo cierto es que ya no había marcha atrás, ahora era tiempo de ver cómo continuar su rumbo.

Continuar implicaba tomar una de las bifurcaciones del camino, su cabeza parecía que iba a estallar. Se preguntó por qué había llegado hasta allí, por qué había permitido encontrarse en esta situación que si bien la había generado mucho placer ahora le embargaba de angustia, como las contradicciones propias de la vida, allí estaba parado frente un problema por resolver. No podía pensar, encendió un cigarrillo y comenzó a escuchar algo de música para distenderse. El cielo se fue despejando, y continuó lloviendo con sol.

-Una señal- pensó.

Ya se había despejado, el sol brillaba potente, se paró con el ánimo renovado y convencido de cuál era el rumbo que debía tomar. Como tantas veces, el cielo había oficiado como ese fabricante de respuestas elaboradas, simples y genuinas. Agradecido y con una sonrisa apenas dibujada en su semblante se dirigió camino a su casa, le esperaban jornadas intensas, pero estaba dispuesto a enfrentarlas.

Andrea Calvete

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