ARMAS DE GUERRA
Por Andrea Calvete
Las guerras no sólo se suceden con armas de fuego, se batallan día a día en diálogos, con palabras, en acciones, pues el ser humano dispuesto a ganar y conquistar todo, corre enceguecido hasta alcanzar lo que desea.
La forma de enfrentar los problemas será proporcional a los resultados obtenidos.Por tal motivo, el grado de inteligencia, la estrategia y la táctica a la hora de dilucidarlos no ha de ser menor.
Nuestro cerebro, es una de las principales armas, sólo es importante activarlo para pensar, analizar y resolver lo que nos urge o inquieta. Él regula todas nuestras acciones y reacciones, lo importante es utilizarlo es su totalidad, pues utilizamos una ínfima parte, cuando podríamos sacar de él logros muy superiores.
Es así que la forma en la resolución puede traer aparejados problemas muy complejos, ruptura de relaciones personales, internacionales, fricciones que posiblemente no tengan marcha atrás. En tal sentido, antes de proceder es importante analizar detenidamente las consecuencias de nuestros actos, porque a todos los niveles ellas pueden ser nefastas, y destruir situaciones que nos significaron mucho tiempo y sacrificio alcanzarlas.
El cinismo, la guerra fría, la hipocresía son armas que se utilizan frecuentemente en todos los órdenes de la vida, pero ellas son un bumerán que a la larga se vuelven en contra de quienes las ponen en práctica, pues denotan de donde provienen, desde de la carencia de verdaderas herramientas para enfrentar las situaciones.
Las verdaderas armas que posee el hombre son la inteligencia, la educación, los valores humanos, la comunicación, que le permiten proceder desde la altura, con perspectiva y verdadera razón. En tal sentido Gandhi expresa “mi arma mayor es la plegaria muda”.
Nunca nadie puede salir victorioso desde el rencor, el odio, la envidia, o venganza, estos sentimientos sólo oscurecen el alma de quienes los sienten, y los hunde cada vez más en su propio dolor y fracaso.
Finalmente, es importante tener en cuenta el proverbio italiano “una vez terminado el juego el rey y el peón vuelven a la misma caja”, pues todos somos seres humanos con defectos y virtudes, y a la hora de enfrentarnos no valen títulos, poder, riquezas, o clases sociales, sino el respeto que nos debemos los unos a los otros, más allá de las distintas ideas, pues todos somos seres iguales ante la ley, ante Dios para aquellos que crean, las diferencias las creamos nosotros mismos en ese afán de llegar más lejos.