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RENACER OTOÑAL

El crujir de la pinocha fue una suave compañía cargada de un exquisito aire otoñal. El trinar de algún pájaro le permitió volar hacia las nubes en busca de la llave mágica.

Soñada y anhelada, esta llave se presentaba sólo en sueños. Siguió su camino sin rumbo, sin destino, perdido entre los inmensos pinos que perfumaban el bosque.

Se dejó llevar por sus sentidos, y borró todo lo que le molestaba y afligía. Llegó a un lugar a donde nadie antes había llegado, en el que reinaba el silencio y la tranquilidad, donde las notas musicales se convertían en cristales de agua, los rayos de sol en suaves caricias, y el aire parecía propagar delicados perfumes que embriagaban el alma.

Allí flotó durante horas, hasta que comenzó a sentir que volaba, era libre se había despojado de preconceptos, de mochilas absurdas, de miedos, angustias y desengaños.

Un gran abrazo de contención, cargado de ternura lo hizo sentir protegido. Entonces los colores grises y opacos se transformaron en una fiesta olvidada por su retina. A su vez recordó que había amado y que era una de las sensaciones más gratas de la vida, lo que aceleró rápidamente sus latidos.

Con el rostro radiante, invadido de jovialidad y alegría regresó silbando una melodía que hacía muchos años no entonaba, pero lo hacía sentir plenamente vivo.

Andrea Calvete

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