NO HAY ROSAS SIN ESPINAS
Diferentes situaciones toman asiento a diario a nuestro lado, sin pedir permiso, ni decir buenos días, están allí para que los asumamos de la mejor manera.
Algunas veces rechazamos su compañía porque nos negamos a aceptar nuevos acontecimientos, por mil razones, por lo cierto es que no estamos dispuestos a que estén allí.
Algunas veces rechazamos su compañía porque nos negamos a aceptar nuevos acontecimientos, por mil razones, por lo cierto es que no estamos dispuestos a que estén allí.
Asumir nuevas responsabilidades, desafíos, conlleva valentía, decisión y nada de titubeos.
Sin embargo, ¿qué hacer cuándo lo que debemos asumir no es lo que queremos, nos cae como una bomba del cielo? Aquí las cosas se complican porque no es sólo tener agallas de enfrentar algo nuevo, sino de aceptar lo que nos disgusta o desagrada.
Pero tragos amargos a todos nos tocan en la vida, el que diga que nunca bebió uno, falta a la “verdad”, es cuestión entonces de agarrarnos de aquellas “pequeñas cosas” que nos dan fuerza y luz para seguir adelante y no darnos por vencidos y apelar entonces al viejo proverbio chino que dice: “¿Si un problema no tiene solución, para que preocuparse. Y si la tiene para que preocuparse?”
Por más que nos preocupemos no solucionamos nada, actuemos en consecuencia a lo que nos aflige intentemos una salida, y de lo contrario asumamos los que nos toca vivir con dignidad, que es la única posibilidad en la que nuestra mirada puede sostenerse en alto.
Por otra parte, “no hay rosas sin espinas”, aún las situaciones de plenitud y dicha, en algún momento nos ocasionan dolor y sufrimiento.
En este camino, aprendemos a asumir, que a su vez conlleva a aceptar, que no significa resignarse o bajar los brazos, sino analizar con sentido crítico lo que nos sucede, para continuar el vuelo de la mejor manera.
Pero tragos amargos a todos nos tocan en la vida, el que diga que nunca bebió uno, falta a la “verdad”, es cuestión entonces de agarrarnos de aquellas “pequeñas cosas” que nos dan fuerza y luz para seguir adelante y no darnos por vencidos y apelar entonces al viejo proverbio chino que dice: “¿Si un problema no tiene solución, para que preocuparse. Y si la tiene para que preocuparse?”
Por más que nos preocupemos no solucionamos nada, actuemos en consecuencia a lo que nos aflige intentemos una salida, y de lo contrario asumamos los que nos toca vivir con dignidad, que es la única posibilidad en la que nuestra mirada puede sostenerse en alto.
Por otra parte, “no hay rosas sin espinas”, aún las situaciones de plenitud y dicha, en algún momento nos ocasionan dolor y sufrimiento.
En este camino, aprendemos a asumir, que a su vez conlleva a aceptar, que no significa resignarse o bajar los brazos, sino analizar con sentido crítico lo que nos sucede, para continuar el vuelo de la mejor manera.
Andrea Calvete