¿Pero habían llegado en el mejor momento? ¿Sabían acaso de tiempos o de esperas? ¿De lo que ocurría realmente?... Posiblemente no, sólo deseaban ser recibidos.
El oscuro cielo amenazaba con descargar una fuerte tormenta. Los relámpagos iluminaban, mientras la tristeza se instalaba cómoda para hacerle compañía. Pero, no la quería a su lado estaba hastiado de sus ojos lastimosos llenos de dolor.
En medio de su confusión, tomó su caballo blanco y comenzó a cabalgar hasta llegar a la orilla del mar, allí se perdió en la lejanía. Sintió entonces el yodo y la brisa marina como una suave caricia rumbo hacia la libertad que se escurría día a día.
Andrea Calvete