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DERECHO DE VIDA Y DE EXISTENCIA

Cada camino es personal y único, algunos más empedrados que otros, pero todos de alguna manera pretenden andar hacia una meta. Dentro de este recorrido aparece una palabra devaluada, desgastada y muchas veces mal empleada, como es la felicidad.

Probablemente si preguntáramos: ¿Cuál es el camino para lograr la felicidad?, las respuestas diferirían según gustos, edades y formas de ver el mundo que nos rodea. Por otra, parte si sorprendiéramos a alguien con la pregunta: ¿Sos feliz?, seguramente contestaría por mera cortesía, pero en el fondo comenzaría a cuestionarse un motón de aspectos de su vida.

Algunas personas piensan que la felicidad está relacionada con los logros, y entonces se engrandecen como pavos reales al mirar para atrás, pero en realidad al pararse aquí y ahora sienten un enorme vacío, porque en el fondo la felicidad se acerca a un camino a una forma de vivir, a un estado de consciencia a alcanzar, en la que se acaricie la plenitud, y lejos queda lo alcanzado, lo importante es continuar con entereza y valentía el camino.

La actual definición de felicidad que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua es: 1. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. 2. Satisfacción, gusto, contento. 3. Suerte feliz. Sin embargo, la RAE ha enmendado esta definición recientemente y en el avance de la vigésimotercera edición, aparece la siguiente: 1. Estado de grata satisfacción espiritual y física. 2. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. 3. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Se ha producido por lo tanto en la primera acepción una migración del concepto de felicidad puramente material, basada en la posesión de un bien, a un concepto mixto, formado por una satisfacción espiritual y física

Aunque si bien ha variado la definición a lo largo de los años, lejos está el estado de felicidad con la ausencia de inconvenientes, o la posesión de cosas materiales. Desde luego que los placeres materiales son parte del buen vivir, así como tener una vida confortable y agradable. Y los tropiezos son parte de la vida y del aprendizaje.

Sin embargo, si nos detenemos a pensar algunas veces la palabra felicidad pasa desapercibida, camuflada, de incógnita, y entonces sentimos que es preciso detenernos y comprender su esencia, que implica una búsqueda interior, una disposición mental de querer ser felices.

Asimismo, está sentada al lado nuestro, haciéndonos buena compañía, pero recién notamos su ausencia cuando un hecho desafortunado toca nuestra puerta, y entonces decimos: “¡qué felices que éramos!”.

Y de regreso a la relación de la búsqueda de la felicidad con lo material, personas multimillonarias que poseen todo como para ser felices, no lo logran pues no están conformes consigo mismos, con sus parejas, con sus amigos, con sus hijos o simplemente con su vida.

La felicidad podría significar poder estar en paz con uno mismo, tener buenos amigos en quien confiar o algún ser a quien amar profundamente. Cuando estos sentimientos están presentes somos capaces de compartir lo más sencillo y lo podemos convertir en algo hermoso.

La suntuosidad y el lujo, no siempre van de la mano de la felicidad aunque así lo parezca, los grandes placeres muchas veces se conforman de las cosas más simples pero que nos llenan el alma y el corazón de alegría.

Sin alegría nada es posible, es el motor de cada ser humano, el que nos carga de buen humor para enfrentar las situaciones. Es la propulsora para que esa felicidad tan buscada por la humanidad se manifieste. Y aunque siempre existen motivos para que pronto se desdibuje en nuestro rostro la sonrisa, eso no puede ser razón suficiente para dejar de sonreír cuando alguien merece que le correspondamos con una sonrisa llena de gratitud y alegría.

El sentido de la percepción y la gratitud han de ser muy importantes a la hora de valorar lo que nos rodea, y el poder disfrutar al máximo cada minuto de nuestras vidas. Si no somos capaces de valorar del mismo modo que agradecer una mirada, un gesto, una sonrisa, que intenten alegrarnos o mejorar nuestro día, entonces no podremos ni siquiera percibir la palabra felicidad.

Los vestidos suntuosos, las bebidas finas, los autos último modelo para muchas personas significarán parte imprescindible de ese camino a lograr, pero en el fondo son cosas materiales, que hacen más confortable la vida.

Piensen por un momento que se les prendiera fuego su casa: en un segundo respondan ¿qué salvarían? Ya lo pensaron, bueno, allí estará la parte sustancial de lo qué es para ustedes la felicidad.

Por su puesto, que si no tenemos dinero para pagar las cuentas o no podemos llegar a fin de mes, posiblemente veremos la felicidad como un concepto material, que nos permita tener lo básico para poder vivir en forma confortable, pero eso es un derecho de todo ser humano, cubrir sus necesidades básicas de alimentación, techo, educación y salud.

Mas los invito a mirar con atención la vida de personas famosas que poseen poder, riqueza, confort, comodidades por doquier para llevar una excelente vida, pero sin embargo, son totalmente infelices.

Quizás la felicidad signifique caminar descalzos a la orilla del mar, sentir el olor de la lluvia, poder ver el arco iris, apreciar un atardecer, o una noche estrellada, o sentir los olores silvestres del campo, percibir su brisa, cosas simples al alcance de todos, pues la felicidad no es patrimonio de nadie, sino de aquellos que saben disfrutar de las cosas más simples y transformarlas en algo verdaderamente grato.

Según García Márquez “no hay medicina que cure, lo que no cura la felicidad”, de allí también que existan tantas personas, que al hallarse tristes, solas, vacías, pronto canalicen todos estos sentimientos, y su cuerpo enferme de golpe sin tener conciencia de ello.

También muchos se preguntarán si ¿tenemos derecho a ser felices?, luego de percibir tantas injusticias, tantas atrocidades. Sin embargo, creo que no podríamos permitirnos ser felices si ante esta realidad siguiéramos de largo, sin importarnos nada. Pero, cuando desde el compromiso y la responsabilidad uno intenta ayudar a los demás, entonces me parece justo que también esté presente nuestro bienestar, nuestra felicidad, que de ser posible, también iluminará los días de quienes nos circundan.

El querer ser feliz, por supuesto que es un derecho, es un derecho de vida, de existencia. Y como todo derecho finaliza cuando comienza el de aquel que tenemos al lado. No podemos ser felices si trasgredimos el derecho de otro individuo. Pero sería entrar en un terreno un tanto sinuoso, el querer dilucidar hasta dónde llega este derecho. Sin embargo, más allá de su alcance, es una necesidad de cualquier ser humano, es parte de sentir la dicha de la vida, de poder disfrutar de ella con total plenitud.

Y por eso, dentro de esa búsqueda es primordial ver que es un estado mental que debemos intentar alcanzar, o al menos tocar de vez en cuando, de modo que esa dicha nos inunde de alegría, de placer, de bienestar, por el deber cumplido, por la posibilidad de ofrecer lo mejor de nosotros y recibir a su vez lo mejor de los demás. Es como un búmeran todo lo que va viene, y si brindamos felicidad pronto la recibiremos.

Ser feliz o alcanzar la felicidad, conlleva aceptarnos como somos y confiar en nosotros mismos, a través de una actitud positiva ante la vida, en la que afrontemos con realismo lo que nos sucede, y aprovechemos cada minuto al máximo, con intensidad, de modo de no arrepentirnos de haber dejado pasar ninguna oportunidad que quizás sea irrepetible y única.

Asimismo, implica despojarnos de preconceptos de historias con principios y finales felices parte de una enseñanza adquirida que dista mucho de la realidad de vida, de ese día a día que va forjando lo que somos, en donde esa búsqueda personal es imprescindible para lograr sentirnos dichosos, aunque algunos momentos no sean los que esperamos o queremos.

Por otra la parte, es necesario distinguir “estar” feliz de “ser” feliz. El “ser” implica un estado prolongado, el cual se puede recrear, alimentar e incluso sostener. Mientras que “estar” feliz, implica un momento, un estado, de este modo una persona que no es feliz puede alcanzar un momento de felicidad, que pasado el momento se desvanece, y aparece el estado de infelicidad.

Y dentro de esta búsqueda es frecuente mirar a quien tenemos al lado y pensar: “¡qué suerte, lo tiene todo para ser feliz, y qué bien se le ve, siempre tan alegre, tan positivo!”. Pero, mucho cuidado con creer todo lo que vemos, porque no es oro todo lo que reluce, y todas las personas aún las “más afortunadas” tienen sus problemas y dificultades que asumir, sólo que algunos individuos intentan mostrar esa veta linda de la vida, y esconden aquello que realmente los afecta o amarga.

Por tal motivo, olvidemos a quienes nos rodean y propongámonos vislumbrar el mejor camino para vivir con plenitud, con intensidad, con ganas, como si cada momento fuese el último y el más importante, he aquí unas de las claves de vivir mejor, o al menos alcanzar este camino tan deseado por todos.

La felicidad será un concepto distinto para cada uno de nosotros, es un camino no una meta, por lo tanto, sin afectos que los sustenten no será sencillo transitarla, pues el hombre que se encuentra solo y no puede compartir con los demás difícilmente llegue a ser feliz.

Andrea Calvete

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