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DISPUESTOS A ABRIR LA PUERTA

Escaparse de la realidad por unos minutos es cosa habitual, lo hacemos de diferentes maneras, a través de un libro, una película, una obra de teatro, de cine, o también mediante una conversación o un simple encuentro. También colaboran en la causa la  escritura, la pintura, la realización de algún deporte o de cualquier tarea creativa en la que podamos disfrutar y sentirnos plenos. En esos instantes paramos nuestras rotativas para dar lugar a otra instancia que nos trasciende, o al menos nos permite salir de ese lugar cotidiano.

La rutina suele ser gris, monótona, sin embargo se puede colorear según la creatividad e imaginación de cada compositor. Quien logra trascenderla de alguna manera, puede vibrar en una sintonía diferente, en la que es posible soñar, viajar, escuchar diferentes sonidos y aromas, descubrir nuevas imágenes y sorprenderse por algo que hasta ahora había pasado desapercibido ante nuestros sentidos.

Aunque hay personas que son muy rutinarias, y nos les gusta apartarse de lo que hacen a raja tabla, para otras el cambiar de aire o perspectiva les oxigena sus días. Sin embargo, más allá de la manera de ser que tengamos, es indudable que hacer algo distinto, nos conduce por el camino de la creatividad y la sorpresa. Los niños son muy abiertos a dejarse sorprender, a experimentar, a reír y a jugar, pero en la medida que crecemos esas posibilidades se van acotando: ¿por qué?

Los porqués podrían ser múltiples, y diferirían según cada persona: Pero me animaría a decir que están relacionados con las decepciones, con los contratiempos, con los desencuentros, con las cicatrices que nos han quedado, y también con las frustraciones, es decir con todo lo que de alguna manera ha sido una piedra en el camino. Sin embargo, un obstáculo no puede ser quien nos detenga el camino o nos haga seguir por aquel que no estemos dispuestos a transitar, si equivocamos el rumbo siempre es posible retomar la senda que deseemos.

Fugarse a una dimensión única y apasionante, no es muy costoso ni sofisticado, algunas veces forma parte de trascender la realidad que asfixia o simplemente cansa porque es pura rutina.

El abstraerse a un espacio, requiere de involucramiento, entrega, creatividad, del convencimiento de querer navegar en las profundidades más intensas y desconocidas, para encontrar eso que no sé ve, tan intangible e infinito que la mente se perturba con el hecho tan sólo de no poder dimensionarlo.

En fuga se paran los deseos, los anhelos más profundos, en los que el tiempo y espacio pierden su identidad, porque es un momento en el que se traspasan minutos, sutilezas, hasta lo más minucioso queda desvanecido con ese goce que proporciona esa dimensión en la que nada duele, todo es dicha y placer.

Una dimensión en la que parecen contenerse los latidos y la respiración, en el que se abandona el cuerpo cansado y el alma dolorida y se los deja volar libremente, sin miedos, sin impedimentos, el viento sopla a favor, la luz brilla intensamente.

Quizás esa dimensión sea única y diferente para cada uno de nosotros, y seguramente la alcancemos de modos muy distintos, pero lo importante es llegar a ella en algún momento de la vida, para entonces abrir esa puerta que nos permita disfrutarla.

Andrea Calvete




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