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MALAS PALABRAS

Las palabras no se pueden calificar, ellas son un vehículo para poner de manifiesto nuestras emociones. Por eso hoy quisiera defender aquellas que son consideradas como “malas” y rescatarlas para que las utilicemos en el momento justo para que hagamos un buen uso de ellas.

Las “malas palabras” suelen ser catárticas, liberadoras, son conductoras de esa energía que quedó resonando adentro como una enfermedad, y que de alguna forma precisa expulsarse del cuerpo.

A veces es necesario exorcizar a través de una buena mala palabra el enojo provocado por algo o alguien, que con cara de buenos amigos nos clava un puñal por la espalda. Nada mejor que llamar por su nombre lo ocurrido, y calificar con ese vocablo conocido como “mala palabra” eso que nos oprime el pecho.

Si me preguntan no creo que haya buenas o malas palabras, algunas tienen tono perentorio para poner de manifiesto una emoción que necesita expresarse. Pueden tener mayor o menor color, expresión, forma, sentimiento, aroma, o textura, pero lo cierto es que llegan para oficiar como catalizador de nuestro ánimo.

Lo que conocemos como insultos o agravios, algunas veces son muy necesarios y liberadores, son como ese grito que te deja liviano, o esa respiración profunda que te calma los nervios.

Existen muchas palabras que nos permiten liberar la ira, enojo o desencanto, y aunque se nos enseña a reprimirlas por respeto o educación, no es posible encorsetarnos en esas normas cuando se trata de expresar un sentimiento que nos tiene a mal traer.

Las “malas palabras” dichas con naturalidad y en el momento adecuado suelen ser efectivos elementos de comunicación para transmitir en forma certera lo que nos molesta.

Lo que no se dice y se calla nos enferma, angustia y oprime, por eso hoy brindo por esas palabras que no son las que se esperan, o que se consideran inapropiadas, porque se expresen y salgan para que nos sintamos más libres, y podamos transitar los días con calma.

Hoy podría nombrar unas cuantas que para mí son muy liberadoras y que utilizo de vez en cuando, pero prefiero que cada uno elija la que le dé más satisfacción a la hora de manifestar a los cuatro vientos su descontento, para así liberar su alma de lo que la hace sentir aprisionada.

Las palabras no se pueden calificar, ellas son un vehículo para poner de manifiesto nuestras emociones. Por eso hoy quisiera defender aquellas que son consideradas como “malas” y rescatarlas para que las utilicemos en el momento justo para que hagamos un buen uso de ellas.

Andrea Calvete  

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