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EL BAÚL DE LOS DESENGAÑOS


Como por arte de magia llegan a él innumerables desengaños, algunos más coloridos, otros ásperos y afilados se clavan como una daga en el pecho. A lo largo de la vida los desengaños llaman a nuestra puerta y los vamos acomodando de la mejor manera en este inmenso baúl. La mano amiga que se brinda solidaria, fraterna y comprensiva, es la que te alivia el desengaño. Porque aún en los peores momentos surge una luz, aunque la oscuridad inunde nuestro cuerpo.

Como somos seres imperfectos es imposible brindarnos sin esperar en el fondo, aunque sea una simple sonrisa de agradecimiento o una mirada de cariño. Es parte de nuestra naturaleza y el comienzo de muchos desengaños.

¿Por qué se produce un desengaño? Porque lo que esperábamos no sucede, por confiar en quien no debemos… ¡vaya uno a saber!, lo cierto es que cuando ocurren una sensación de desasosiego se apodera de nosotros.

Parte de los desengaños se disparan porque ponemos falsas expectativas, deseos que están en nuestras mentes, pero que en realidad no son obra de la persona o situación con la que tratamos. Simplemente, nuestra imaginación y expectativas son las que nos hacen verlas de forma equivocada.

Es muy común esperar que las reacciones de otras personas sean similares a las nuestras, cosa que es muy difícil. No todos los seres humanos reaccionamos de igual manera ante las distintas situaciones, por más que existen patrones comunes en determinadas circunstancias, también se dan las excepciones a la regla.

Por otra parte, vivimos en mundo cada vez más individualista, en el que los demás pasan a tener cada vez menos peso.

A través de las vivencias si bien algunas veces sufrimos, también aprendemos y nos nutrimos, a la vez que nos afirmamos en nuestras decisiones.

Con el tiempo el baúl de los desengaños acumula situaciones amargas. En el fondo, intentamos ponerle un candado para que permanezcan allí encerradas como parte de lo que nos ha tocado vivir y sobreponernos de modo continuar el camino. Los desengaños suelen inundar el alma de dolor, de sufrimiento, y es así que día a día nos tropezamos con numerosas víctimas que caen por su culpa.

Dicen que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Y en este caso el desengaño pega por partida doble, primero porque la situación nunca tuvo lugar y segundo porque seguramente lo que añoremos sea imposible, así que quien anhele lo que nunca podrá alcanzar vivirá tras una búsqueda inviable que le dejará en la boca el sabor del desengaño más duro.

Por su puesto, a lo largo de la vida todos en alguna medida los hemos enfrentado y seguramente lo seguiremos haciendo, quizás a medida que pase el tiempo no en forma tan asidua, pues los años son hábiles maestros que nos enseñan que no es oro todo lo que brilla, y que las personas somos seres con defectos y virtudes, no máquinas perfectas. Aunque existe un dicho que dice “sabiduría y desengaños, aumentan con los años”.

Los desengaños no pueden opacar nuestra existencia, por el contrario, deben formar parte de lo que fuimos y somos para crecer como individuos, pero nunca para dejarnos inmovilizados en el mismo lugar, o hundirnos en nuestra propia tristeza. Por eso “cuando la vida te presente razones para llorar, demostrale que tenés mil y una razones para reír”.

Andrea Calvete  

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