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PROBLEMA CHICO PARA EL MUNDO, PERO GRANDE PARA MÍ


Un problema chico para el mundo, pero grande para mí. Así solemos dimensionar lo que nos ocurre y nos damos de narices contra lo que nos angustia o preocupa, sin embargo, es algo que ocurre comúnmente, aunque “mal de mucho consuelo de tontos” Cabe preguntarnos: ¿Vale la pena dejar pasar nuestros días enredados en esas situaciones que nos amargan, entristecen o desaniman?

El tamaño de la letra de los problemas es algo personal y varía según cada individuo. Probablemente lo que es un problema para vos no lo sea para mí y viceversa. Aunque el hecho de ser así no aliviana lo que sentimos, el problema está allí y como en todos los órdenes de la vida, “lo que mucho ocupa termina por preocupar”, es así que de pronto problemas que parecen insignificantes pronto incrementan su tamaño hasta que toman cierta entidad.

En nuestras familias, trabajos, en la sociedad, en la política, sucede exactamente lo mismo, lo que comienza a ocupar un lugar significativo termina por convertirse en un problema, en una preocupación.

Lo importante es no permitir que se produzca el efecto bola de nieve, es decir que lo que comienza siendo una nimiedad pronto se transforme en algo inminente. Por eso dependerá del trabajo individual el no consentir que esto suceda, en la elaboración personal, en el compromiso para que las pequeñas preocupaciones no pasen a mayores, y he aquí lo cada uno puede aportar, pues la suma hace la diferencia.

Algunas veces por un tema de comodidad, cuando las cosas se dificultan decimos mañana será un mejor día, pero “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, quizás mañana sea tarde

Es cuestión de cambiar la mentalidad, de pensar en que cuantos más problemas o dificultades logremos dilucidar o enfrentar, más sencillo será el camino que nos reste por transitar, lo único que hacen los obstáculos es enlentecer el rumbo. Y quizás, conceder al espíritu el hábito de la duda y al corazón el de la esperanza sea parte del punto de partida para albergar menos preocupaciones y más soluciones.

Si bien es natural encender un sistema de alarma antes que los acontecimientos sucedan, es necesario que se encienda en caso de peligro inminente, no antes.

Vivir preocupado es una alternativa peligrosa, que genera estrés, descontrol, negatividad, es decir puntos que restan en lugar de sumar. Si nos acostumbramos a vivir en continua situación de riesgo, entonces se suelen confundir las situaciones realmente importantes de las que no lo son y todo suele “relativizarse”.

La preocupación es normal y necesaria, mientras no produzca inmovilidad o estancamiento. Y en tal sentido, la perspectiva con la que enfrentemos la vida ha de ser clave, por eso debemos reaccionar ante la incertidumbre con vitalidad, dinamismo para procurar que día a día las cosas salgan mejor.

Finalmente, si a lo que empieza a ocupar un espacio no lo dejamos de lado, por el contrario nos cuestionamos: ¿qué, por qué, para qué, dónde, cuándo y cómo?, quizás al dar respuesta algunas de estas preguntas básicas, no sólo en el periodismo, sino en la vida misma, entonces será el primer gran paso para empezar a preocuparnos menos y actuar más en pro de soluciones. De esta forma, le daremos descanso a nuestro cerebro que cree que preocupándose antes de que los acontecimientos sucedan evitará algo, simplemente sólo nos quitará tiempo y energía vital.

Andrea Calvete  

 

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