DESDE OTRA PERSPECTIVA
Cambiar la perspectiva es estar dispuestos a mirar con nuevos ojos, a tomar nuevos caminos, a aprender de lo vivido, a levantarse con lo que quede y reinventarnos para así enfrentar las consecuencias de esta pandemia que nos tiene a mal traer, pero no estamos dispuestos a bajar los brazos.
Desde comienzos de la humanidad la peste ha rondado periódicamente como un algoritmo difícil de descifrar. Su universalidad geográfica nos lleva a comienzos de nuestra cultura, sin embargo, el tiempo que nos ocupa es el aquí y ahora, en el que esperamos sobrevivir. No todos lo lograremos, pero quienes lo hagan quizás tengan la posibilidad de ver el mundo desde otra perspectiva.
La peste es intrínseca a la condición humana, nos conduce por el sendero del miedo y por los tiempos de catástrofe y desolación. En tiempos de la Peste Negra dijo un monje: “Escribo esto por si queda alguien de la raza de Adán para leerlo”, y continúo por su misma línea.
Las pestes se han propagado veloces, han dejado millones de muertos, han diezmado pueblos, ciudades, familias, han sacado lo mejor y lo peor de la raza humana. Un ejemplo es la Peste Negra, originada en China –igual que el Coronavirus– que recorrió la Ruta de la Seda y mató una tercera parte de la población total de Europa, es decir 25 millones de personas. La Gripe Española mató entre 1918 y 1920 a más de 50 millones de personas en todo el mundo. Se desconoce la cifra exacta de aquella pandemia considerada como una de las más devastadora de la historia. Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia que no entendía de fronteras ni de clases sociales. En el verano de 1920 el virus desapareció tal y como había llegado.
Hace unos años atrás a propósito de Ébola, Bill Gates advirtió que el mundo no estaba preparado para luchar con mutaciones capaces de convertir un virus convencional en una cepa peligrosa, algo que se repite al aparecer una pandemia nueva. A toda esta preocupación agregamos el no dar la espalda a la contaminación planetaria, a la escasez de agua potable, de recursos naturales, los deshielos de los Polos… Pensemos con una mano en el corazón si no estamos dispuestos a hacer nada por cambiar el desastre en el que se ha convertido el mundo.
Algunos días muy cansados de ver las noticias, y los números desalentadores sentimos ganas de decir: “Paren el mundo que me quiero bajar”, pero como no es posible respiramos hondo y nos refugiamos en esos espacios en los que aún sentimos que nos queda un aliciente.
Positivo un término que debería traer aparejado una connotación de alegría, hoy por hoy síndrome de preocupación y seguimiento, para ver el número de contagios y propagación del Covid- 19. Por lo tanto. un término que debería levantarnos el espíritu hace todo lo contrario.
Cabe analizar, ¿qué sucederá?, posiblemente la gran mayoría se vuelva inmune y el mundo continuará andando y pasado un tiempo quedará todo en una nebulosa. Y el mundo seguirá girando con mayores problemas, pero no se detendrá. Sin embargo, valdría rescatar las acciones heroicas del personal que trabaja en el ámbito de la salud, de la investigación, de todos los seres que en el anonimato han aportado desde su accionar moral y espiritual, en lo que será seguramente un cambio para generaciones futuras, y con ellas también se modificará el panorama político y económico, quizás nos enfrentemos a sistemas nuevos, a los que deberemos poner pienso, esfuerzo y trabajo.
Cambiar la perspectiva es estar dispuestos a mirar con nuevos ojos, a tomar nuevos caminos, a aprender de lo vivido, a levantarse con lo que quede y reinventarnos para así enfrentar las consecuencias de esta pandemia que nos tiene a mal traer, pero no estamos dispuestos a bajar los brazos. Por eso más que nunca a trabajar en forma mancomunada.
Andrea Calvete