GENTE SIN TIEMPO
La gente sin tiempo ve pasar la vida como en una pantalla, se le escapa y la mayoría de las veces es el espectador de una película en la que sólo participa desde el sillón de su casa. Mientras tanto, las canas aparecen, las arrugas se marcan, y el reloj no se detiene, los hijos crecen los nietos también, los amigos se alejan y las posibilidades se entremezclan sin que seamos conscientes de que somos gente sin tiempo
“El que mucho abarca poco aprieta” dice un antiguo proverbio, sin embargo, una exigencia de nuestros días es hacer múltiples actividades en una suma infinita. Así pasamos a formar parte de esa gente sin tiempo. Y de este modo comienzan las postergaciones: dejamos para la próxima semana todo lo que no pudimos hacer ésta, y a la siguiente se suman una infinidad de actividades más, y se genera una gran bola de nieve que en algún momento termina por chocar y explotar. Al no poder cumplir con ese sinfín de actividades propuestas también se postergan los llamados, las visitas, aunque hoy por hoy lo presencial está bastante restringido, igualmente esta pandemia nos ha hecho ver que siempre tenemos qué hacer.
Cuando hablamos de gente sin tiempo es ineludible analizar por qué nos falta esta valiosa variable que es vital para nuestros días. En ese análisis entra ese tiempo “desperdiciado” en redes sociales como Facebook, Instagram, WhatsApp o Twitter… hay una aplicación que nos permite ver la hora de conexión en cada una de estas redes por día, por semana, y luego de verlo cabe cuestionarnos:¿Cuánto nos aportan, cuánto suman en nuestra labor diaria, cuánto sacrificamos de nuestro tiempo por ellas, qué desgaste emocional nos significan, cuántas de las personas con las que tenemos contacto son realmente significativas en nuestros días, conocemos directamente a estos individuos o son parte de un mundo virtual que nos tiene atrapados en su telaraña?
Con el uso de las redes sociales, entran a sumar los “detestables” me gusta, los números de seguidores, los comentarios que poco aportan o mejor dicho intentan ser destructivos, todos datos que muchas veces se alejan de la realidad y no son indicadores más que de un algoritmo despiadado y sin sentimientos, que lo único que busca es vender y que su negocio millonario siga en pie. Algunas personas se pelean, amargan, se enroscan en lo que va sucediendo en este mundo virtual, que en definitiva lo que le trae aparejado son más amarguras que alegrías. Asimismo, se mal gasta tiempo y energía en hablar sobre otras personas, se opina y se entra en un terreno fangoso en el que se toca de oído sin conocer realmente de lo que estamos hablando y se termina generando un gran ruido en la línea.
Y nos vamos quedando sin tiempo de reír, de disfrutar, de hacernos esa pausa para celebrar la vida, para maravillarnos de la naturaleza, o del cálido abrazo o la mirada sincera de quien realmente nos importa. Mientras tanto, el tiempo no se detiene, no nos espera a ver si somos participes o simplemente somos meros espectadores.
La gente sin tiempo ve pasar la vida como en una pantalla, se le escapa y la mayoría de las veces es el espectador de una película en la que sólo participa desde el sillón de su casa. Mientras tanto, las canas aparecen, las arrugas se marcan, y el reloj no se detiene, los hijos crecen los nietos también, los amigos se alejan y las posibilidades se entremezclan sin que seamos conscientes de que somos gente sin tiempo.
Andrea Calvete