DEFENDER LA CULTURA
Defender la alegría como una trinchera como nos ha enseñado Mario Benedetti, va de la mano con defender la cultura, ese gigante intangible, que se lleva en el corazón y nos llena de oxígeno el alma. Parafraseando a Carlos Maggi, defender la cultura es apostar al “Producto Culto Interno”.
Un diciembre que transcurre diferente a cualquier otro, con sus pesares en la espalda, con sus piedras en el camino, y también con sus luces que iluminan. Cada día que pasa es un nuevo desafío en que la actitud que tengamos será determinante para lo que vendrá. Hoy en esa actitud defiendo la cultura.
Defiendo la cultura como medio de vida, como sostén de una sociedad, como el alimento del espíritu, que aliviana penas, y nos nutre para agudizar nuestra inteligencia y razón. Es el pilar sobre el que se sostiene el conocimiento, sobre la que se enriquece la tolerancia y se abre paso el diálogo.
Quizás producto de todo lo vivido, arrastremos un cansancio inusitado, un desánimo agobiante, entonces vale la pena tomarnos unos instantes y respirar profundo para agradecer todo lo que somos. Gracias a lo que hemos aprendido a través de cualquier manifestación cultural hoy somos el ser que nos distingue y caracteriza. Cada vez que nos alimentamos con una de una canción, un libro, una obra de teatro, un espectáculo musical, una obra pictórica, una vivencia, un programa cultural… entonces sentimos que crecemos y avanzamos.
Si observamos a lo largo de la historia quiénes han podido vivir de la cultura, podemos apreciar que, en la mayoría de los casos, los artistas han tomado relevancia después de muertos, recién entonces son reconocidos, y nos preguntamos ¿para qué?... Es hoy que tienen que vivir de su sustento.
Esta pandemia ha dejado a muchas personas sin trabajo, ha sido un año que nos desafía a reinventarnos constantemente. Dentro de los millones de personas en el mundo que han perdido sus trabajos, cabe destacar a actores, escritores, músicos, cantantes, pintores, poetas, comunicadores, artistas… que han visto su labor pausada o terminada. En esta pausa muchas familias han perdido su único medio de ingreso, a su vez, como esto es una gran cadena, el público para quien llega esta importante obra se ha cortado, y ha quedado fracturada esa veta cultural tan necesaria para respirar en medio de este año colmado de problemas.
Todo pasa y todo queda, el año pasa y nos queda el sabor de que la cultura es un valor prescindible, que se puede quitar o regatear a demanda. Sin embargo, el hecho de pausar la cultura trae aparejado consecuencias que tienen que ver con la riqueza interna del ser humano, con nutrirse de conocimiento, entretenimiento y distracción, tan necesarios como el aire que respiramos e imprescindible para nuestra salud emocional.
Y vamos haciendo camino al andar, y en ese camino la cultura seguirá siendo el oxígeno que nos alivie para entretenernos, nutrirnos, consolarnos y así continuar para dejar un mundo mejor a los que vendrán.
Si defendemos la cultura, defenderemos también la alegría, tan vital para que nuestro corazón lata más allá de los avatares y se levante aún cuando casi no tengamos pulso. Defender la cultura es apostar al “Producto Culto Interno”.
Andrea Calvete