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LOS CIELOS DE CARTAGENA

Nubes de distintas formas y tamaño danzan entre el sol que las colorea. Matices perlados y grises caminan entre turquesas cargados de magia. Son cielos de esperanza, alegres y cálidos impregnados por el yodo y la sal del Caribe. En un espejo de distintos naranjas se peina el atardecer en último beso del día.

Los cielos de Cartagena se dibujan en un realismo mágico, en el que los iris del Gabo sensibles y creativos, se dejaron perfumar por las creencias y costumbres, historias y leyendas de sus lugareños. Es casi imposible no dejarse seducir o maravillar por esta ciudad llena encanto, añeja, colorida y musical, que invita a soñar.

Vaporosas fluyen las nubes y danzan al ritmo de una Cartagena llena de encanto, y magia, de siglos, de historias contadas y otras omitidas, de pupilas negras y brillosas, de pieles morenas lustrosas, de pies descalzados a la orilla del mar. La espuma de las olas salpica con su blancura los espigones de corales.

Bajo el cielo de Cartagena caminan los vendedores ambulantes, traen su arte, sus colores, su simpatía, venden de todo, pero siempre con respeto y jovial bienvenida. Es imposible no sentirse feliz en este paraíso en el que la vida sonríe veraniega y tropical, suelta de ropas y prejuicios, descalza de preocupaciones, la música acompaña la algarabía que brinda la naturaleza, a ritmo de  salsa, vallenato, cumbia y merengue.

El ruido de la ciudad se aquieta bajo ese cielo apacible y lleno de encanto, en el que los atardeceres se perfuman de colores infinitos y de formas casi místicas. Un espectáculo indescriptible en el que todos los sentidos tienen cabida, los aromas se intensifican, los tonos resplandecen, las texturas se suavizan, los sabores se impregnan de sal marina, mientras las olas rompen mansas y abrazan al atardecer.

Los cielos de Cartagena son azules, tienen los colores vivos de la ciudad que brilla con alegría y encanto, con simpatía caribeña, bulliciosos, con aire a rumba y frutos tropicales. No tienen prisa, caminan al ritmo de su gente, con la amabilidad de sus habitantes sonríe cada día a quienes deciden transitar por su universo festivo.

Andrea Calvete

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