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AMISTADES DE CRISTAL Y DE PORCELANA

La amistad es un gran aliado que nos permite establecer lazos que van más allá del tiempo y el espacio, de la pertenencia geográfica o de los nexos sanguíneos. Los vínculos que generamos a través de su presencia son potentes antídotos ante cualquier contratiempo en la vida. Las amistades de cristal se rompen en mil pedazos y se pierden con el primer viento que pasa por la vereda, mientras que las de porcelana se reciclan y renacen como antiguas obras de arte.

Algunos transitan como extraños pasajeros de un vagón desconocido y te miran como diciendo “si te visto no me acuerdo”, o simplemente están de cuerpo presente como un objeto que decora una sala. Otros, sin embargo, “los de siempre”, permanecen inamovibles a tu lado en las buenas y en las malas, en un intento para que no sucumbas con tu última caída. Así se integra el elenco de los que nos acompañan en este recorrido conocido como vida, del que nos faltan tantas respuestas y el que nos sorprende día a día, inexperientes, como si tropezarse con la misma piedra fuera algo imposible de evitar.

“Los de siempre” se contarían con los dedos de una mano, o dos, no lo sé, quizás. Lo cierto es que son muy pocos los que transitan el camino en forma ininterrumpida a tu lado, sin excusas, sin traiciones, sin dejar que las pulsiones humanas los ataquen y te dejen plantado cuando menos te lo esperas.

Así como huesos duros de roer permanecen a tu lado haciéndote compañía y se alegran con tus triunfos y progresos, pero también se les anuda el corazón cuando una lágrima brilla de reojo en tu rostro cansado y afligido. Me pregunto ¿a qué se debe la fidelidad de “los de siempre”?, ¿cuál es el antídoto que los salva de no dejarnos plantados?... ¿Será que la amistad es un lazo fraterno e inquebrantable, que aún en los peores vendavales logra vestirse de gratitud al abrigo de la fidelidad?

Porque” los de siempre” no están “al golpe del balde” -como diría un viejo amigo-, sino por el contrario están para que sientas ese brazo que te sostiene y ayuda a seguir adelante. Ya lo sé no quedan muchos en pie, pero lo importante es no perder la esperanza y la confianza en que los que están siempre, ésos son de fiar, y con ellos la amistad se engalana con sus mejores atuendos.

A lo largo del recorrido vamos cosechando amigos, personas que no nos imaginabas nos acompañarían en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas, con las que establecemos una comunión única e irrepetible. Un verdadero amigo pueda pasar tiempo sin que lo veamos, pero tenemos la seguridad que ante el mínimo inconveniente sabemos que podemos contar con él, no importa la hora, o el momento del día sabemos que está y eso es muy importante.

Evidentemente, existen múltiples circunstancias por la que vamos perdiendo contacto con personas que consideramos grandes amigas, porque la vida nos lleva por caminos diferentes y entonces vamos perdiendo ese acercamiento y de pronto, nos dejamos de ver. De todas formas, este tipo de amistad sigue latente y expectante a un próximo encuentro porque más allá de la distancia o el tiempo todo lo que refiere a la vincularidad sigue intacto.

Sin embargo, por diferentes razones las amistades suelen tener sus puntos álgidos, pueden darse peleas, enfrentamientos, malos entendidos, pero lo cierto es que a pesar de las circunstancias los problemas se solucionan y los vínculos continúan a pesar de los vientos en contra y las mareas. Pero no todas las amistades suelen soportar estas inclemencias o contratiempos, generalmente las que son de cristal se deshacen en mil pedazos y desaparecen como el polvo, no quedan de ellas ni vestigios. Por el contrario, las que son de porcelana logran recomponerse a través de hilos de oro que hacen que la porcelana se haga más bella y reluzca como una antigua reliquia rescatada con esfuerzo y sacrificio por quienes en el fondo saben que cada una de esas partes son necesarias y útiles para continuar en el camino de la vida.

Es así que las amistades que logran recomponerse son porque son resilientes, tienen esa capacidad de alguna forma de adaptarse a las adversidades y salir fortalecidas, por eso no hay tormentas que puedan con ellas, ni lazos que las destruyan.

Las amistades de cristal se rompen en mil pedazos y se pierden con el primer viento que pasa por la vereda, mientras que las de porcelana se reciclan y renacen como antiguas obras de arte a través de los hilos de oro que son los que siempre han unido a esas dos almas que por algún motivo se han encontrado y permanecerán juntas a lo largo del tiempo a pesar de los avatares de la vida, porque son pilares sólidos lo que las sostiene.

Andrea Calvete




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