CAMPOS DE LAVANDA
La subjetividad teñida de los colores de nuestra mirada, de los anhelos puestos a luz de los deseos, de los sueños espejados en los brillos de nuestras pupilas, hacen que nuestro pequeño jardín se vea como un inmenso parque, eso siempre y cuando pongamos mucha fe, esperanza y entusiasmo en nuestros proyectos.
Quizás las pequeñas plantas de lavanda puedan perfumar como un verdadero campo de lavandas, o simplemente al caminar por dos metros de pasto nos dé la sensación de estar en un extenso terreno mullido de frescura y porvenir. No faltará quien en una pequeña terraza rodeado de sus plantitas se sienta en un jardín botánico, o quien al caminar por la orilla del Río de la Plata al poner sus pies en agua respire el yodo de los mares de la libertad.
Porque no es cuestión de lo lejos que nos vayamos, o lo que sea el lugar, sino del entusiasmo, del cariño, y esmero que pongamos a la hora de tomar contacto con la realidad que nos circunda. Tiene mucho que ver con el cristal con el que se mira y además del amor que pongamos en esa perspectiva que nos rodea. Generalmente cuando detrás de un proyecto de vida se ve empeño, amor, compromiso, confianza y actitud, entonces el brillo que comienza a despedirse es palpable, y a su vez contagioso.
En nuestra subjetividad tallan nuestras emociones, nuestros anhelos y deseos, nuestros enojos, nuestras frustraciones, nuestras represiones, todo lo que está a la vista y lo que se aloja en esas profundidades que no son accesibles. Por eso, si nos cargamos de buenas intenciones al observar a alguien o algo, seguramente proyectaremos allí buena energía. De lo contrario, si teñimos de un color oscuro y negativo lo que miramos los resultados no serán nada alentadores.
Sin embargo, el verano es una estación en la que todo florece, renace y crece, en donde especialmente el aroma de esas lavandas también conocidas como oro azul perfuman el calor de los días, se mezclan con el rocío de las mañanas y la frescura das noches ¿por qué no pueden renacer entonces nuestras esperanzas, nuestros proyectos e ilusiones, perfumados con los deseos y las posibilidades? Seguramente, así suceda, sin embargo habrá que poner una gran cuota parte, porque depende de uno mismo lo que nos espera, está en nuestras manos, en esa energía con la que nos carguemos, en ese entusiasmo y fe que pongamos a la hora de dar el primer paso. Posiblemente, si adoptamos una posición pasiva, a la espera de que algo suceda, poco cambiará porque estamos en una actitud en la que esperamos de afuera los cambios cuando el primer cambio es necesario que venga de adentro.
Cuando decimos ser parte activa, protagonistas de esa película que se llaman días, entonces nos involucramos, ponemos todo lo que está a nuestro alcance y si es necesario más para entonces poder llevar a cabo nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestros proyectos y todo lo que nos propongamos.
No dejar de soñar, de mirar con los ojos llenos de emotividad, ilusión y esperanza es parte de poder ver en un matorral de lavandas, un bello campo perfumado que nos eleva hasta el cielo de las posibilidades y al infinito universo de los sí puedo.
Quizás las pequeñas plantas de lavanda puedan perfumar como un verdadero campo de lavandas, o simplemente al caminar por dos metros de pasto nos dé la sensación de estar en un extenso terreno mullido de frescura y porvenir. No faltará quien en una pequeña terraza rodeado de sus plantitas se sienta en un jardín botánico, o quien al caminar por la orilla del Río de la Plata al poner sus pies en agua respire el yodo de los mares de la libertad.
Porque no es cuestión de lo lejos que nos vayamos, o lo que sea el lugar, sino del entusiasmo, del cariño, y esmero que pongamos a la hora de tomar contacto con la realidad que nos circunda. Tiene mucho que ver con el cristal con el que se mira y además del amor que pongamos en esa perspectiva que nos rodea. Generalmente cuando detrás de un proyecto de vida se ve empeño, amor, compromiso, confianza y actitud, entonces el brillo que comienza a despedirse es palpable, y a su vez contagioso.
En nuestra subjetividad tallan nuestras emociones, nuestros anhelos y deseos, nuestros enojos, nuestras frustraciones, nuestras represiones, todo lo que está a la vista y lo que se aloja en esas profundidades que no son accesibles. Por eso, si nos cargamos de buenas intenciones al observar a alguien o algo, seguramente proyectaremos allí buena energía. De lo contrario, si teñimos de un color oscuro y negativo lo que miramos los resultados no serán nada alentadores.
Sin embargo, el verano es una estación en la que todo florece, renace y crece, en donde especialmente el aroma de esas lavandas también conocidas como oro azul perfuman el calor de los días, se mezclan con el rocío de las mañanas y la frescura das noches ¿por qué no pueden renacer entonces nuestras esperanzas, nuestros proyectos e ilusiones, perfumados con los deseos y las posibilidades? Seguramente, así suceda, sin embargo habrá que poner una gran cuota parte, porque depende de uno mismo lo que nos espera, está en nuestras manos, en esa energía con la que nos carguemos, en ese entusiasmo y fe que pongamos a la hora de dar el primer paso. Posiblemente, si adoptamos una posición pasiva, a la espera de que algo suceda, poco cambiará porque estamos en una actitud en la que esperamos de afuera los cambios cuando el primer cambio es necesario que venga de adentro.
Cuando decimos ser parte activa, protagonistas de esa película que se llaman días, entonces nos involucramos, ponemos todo lo que está a nuestro alcance y si es necesario más para entonces poder llevar a cabo nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestros proyectos y todo lo que nos propongamos.
No dejar de soñar, de mirar con los ojos llenos de emotividad, ilusión y esperanza es parte de poder ver en un matorral de lavandas, un bello campo perfumado que nos eleva hasta el cielo de las posibilidades y al infinito universo de los sí puedo.
Andrea Calvete