NARANJO EN FLOR
La mañana gris se pierde en la calle del hastío, deambula por promesas lejanas, mientras una melodía melancólica se perfuma con las flores de un naranjo. Tose la brisa, carraspea para aclarar su voz engrosada y áspera. Bebe de una copa colmada de recuerdos y se eleva hasta los adoquines de su camino.
Hoy no es un buen día para cuestionamientos, no hay lugar para los reproches, o para los quizás o tal vez, la monotonía le agobia de tal manera que la inercia lo abraza dejándolo casi maniatado en una inmovilidad incómoda. Las ráfagas de los naranjos en flor le animan, pero pronto la molestia persiste.
Dolorido, sin pensamientos camina por entre los naranjos en flor, embriagado por su perfume continúa, no quiere detenerse, se deja anestesiar por el dulce aroma, mientras los recuerdos se mezclan con gotas de melancolía y tristeza.
Las sensaciones inmutables se paran frente al naranjo que lo vio crecer, sin ánimo se encaminan como autómatas, saben reaccionar frente a cada acto, están programadas, no quieren salirse de su rutina, no se permiten sentir algo nuevo, están oxidadas, el mutismo en el que habitan las preserva.
Sus manos adormecidas y sus ojos cansinos caminan bajo un cielo encapotado. El aire cargado de humedad se cuela por entre los bolsillos lleno de agujeros. Las aves cantan sin importar su gris apatía, para ellas el sol está y ha salido con el nuevo día.
Un nuevo día en el que arrastra el cansancio y la falta de ánimo. Los sabores agrios se sobreponen, y las aspereza se viste de gala, mientras encorvado se pasea por entre los naranjos en flor. Se mira en el vidrio de un auto estacionado, no se reconoce, se endereza y continúa la marcha. El mate amargo es su fiel compañero, le acompaña en silencio, lo escucha sabe más que él, así como un fiel amigo lo abraza sin cuestionar nada.
Comienza a despejarse el día, las notas matinales se paran decisivas y enérgicas. Los rayos del sol esperanzadores empujan al desánimo y al descreimiento, y hacen pasar a las ilusiones y a los deseos olvidados, que se bañan de los colores omitidos y de los sabores que parecían haber quedados prohibidos, pero que ahora resurgen como un naranjo en flor.
Andrea Calvete
Hoy no es un buen día para cuestionamientos, no hay lugar para los reproches, o para los quizás o tal vez, la monotonía le agobia de tal manera que la inercia lo abraza dejándolo casi maniatado en una inmovilidad incómoda. Las ráfagas de los naranjos en flor le animan, pero pronto la molestia persiste.
Dolorido, sin pensamientos camina por entre los naranjos en flor, embriagado por su perfume continúa, no quiere detenerse, se deja anestesiar por el dulce aroma, mientras los recuerdos se mezclan con gotas de melancolía y tristeza.
Las sensaciones inmutables se paran frente al naranjo que lo vio crecer, sin ánimo se encaminan como autómatas, saben reaccionar frente a cada acto, están programadas, no quieren salirse de su rutina, no se permiten sentir algo nuevo, están oxidadas, el mutismo en el que habitan las preserva.
Sus manos adormecidas y sus ojos cansinos caminan bajo un cielo encapotado. El aire cargado de humedad se cuela por entre los bolsillos lleno de agujeros. Las aves cantan sin importar su gris apatía, para ellas el sol está y ha salido con el nuevo día.
Un nuevo día en el que arrastra el cansancio y la falta de ánimo. Los sabores agrios se sobreponen, y las aspereza se viste de gala, mientras encorvado se pasea por entre los naranjos en flor. Se mira en el vidrio de un auto estacionado, no se reconoce, se endereza y continúa la marcha. El mate amargo es su fiel compañero, le acompaña en silencio, lo escucha sabe más que él, así como un fiel amigo lo abraza sin cuestionar nada.
Comienza a despejarse el día, las notas matinales se paran decisivas y enérgicas. Los rayos del sol esperanzadores empujan al desánimo y al descreimiento, y hacen pasar a las ilusiones y a los deseos olvidados, que se bañan de los colores omitidos y de los sabores que parecían haber quedados prohibidos, pero que ahora resurgen como un naranjo en flor.
Andrea Calvete