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AL CIELO

Mirar al cielo nos invita a elevar la mirada, a perdernos en las nubes espesas y blancas tras las que se esconde la esperanza, palpita una primavera, o sonríe una aurora. Limpio y despejado el cielo nos permite volar sobre ese infinito celeste de posibilidades. Grises y sombríos, nos sacuden con sus truenos resonantes para que se despierte nuestro ser dormido. Quien canta al cielo posibilita que su voz se traslade hacia el misterio de la vida.

El cielo ha sido fuente de inspiración de escritores, pintores y artistas que han sabido ver en él respuestas a su intricada existencia. Así del mismo modo, puede ser un gran aliado para quien se sienta y lo observa sin otra pretensión que disfrutarlo, para perderse en esa danza casi mágica en el que las nubes nos hablan.

Mirar al cielo nos regala una sonrisa, un quizás se dibuja en nuestro rostro, y los sueños amanecen y los anhelos se colorean. Se prende una chispa de esperanza en la que la ilusión se enciende y el entusiasmo se encamina encontrando motivos y razones.

De eso se trata, de encontrar motivos y razones cuando estamos en un pozo, o heridos porque nuestro corazón ha quedado desgarrado en mil pedazos. Es entonces cuando al mirar al cielo dejamos volar nuestra imaginación y creatividad en busca de encontrar una respuesta, la que hasta ahora lejos estaba de nuestras posibilidades.

Quizás al mirar al cielo lo posible suceda y el imposible desaparezca, o por el contrario lo posible se desvanezca cuando el imposible se asome. Será cuestión de perspectiva, de instalarse en esa nube en la que el equilibrio se produzca, para que los deseos reprimidos afloren y se materialicen en posibles.

Siempre hay un motivo para mirar al cielo, para cantar al cielo, porque la felicidad nos desborda, o la alegría nos habita, agradecidos decimos gracias e inspiramos profundo para impregnarnos de ese perfume que llega desde esa fiesta de imágenes que sólo él es capaz de crear.

Quien canta al cielo, musicaliza sus esperanzas, armoniza sus vibraciones, y logra materializar lo que en lo profundo de su ser habita para que suba hasta las alturas de los posibles infinitos, donde las alas de libertad se despliegan suaves y apacibles, planean tranquilas hacia ese rumbo anhelado.

Mirar al cielo es elevar los deseos, los sueños, es abrirse a la vida, es bañarse de fe y esperanza, es hacerse un guiño y decir sí es posible, porque quien confía en que hay un camino seguramente encuentre muchas bifurcaciones, pero si se detiene y escucha su corazón sabrá cuál es la ruta que debe seguir.

Andrea Calvete



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