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EL PARAÍSO DE LAS FLORES

El paraíso de las flores dejó impregnado el elixir del tiempo. Su capucha colorida se deslizó, el pájaro llegó con su último suspiro a la estación abandonada. Encontró allí esa paz necesaria para reposar su cuerpo cansado y entumecido de tanto volar.

Dicen que quien vuela tiene siempre abiertas las alas de la libertad, pero algunas veces el rumbo no es el apropiado. El pájaro multicolor había errado el camino y había quedado atrapado en una ruta laberíntica de la que no podía salir. Cada vez que le parecía haber encontrado la salida se topaba con una enorme pared que frenaba su camino.

Así la historia parecía repetirse día a día en los que aumentaba la impotencia y desesperación de haber quedado atrapado en su propia trampa. Sabía que había llegado hasta allí por deseo propio, sin embargo no dejaba de reconocer que eran esas ansias por resolver todo rápidamente las que lo había obnubilado en la decisión, poco pensada y meditada. Decía su abuelo :“La prisa no es buena consejera, tiempo al tiempo, y hallarás el elixir del tiempo”

En medio de aquella desesperación las palabras de su abuelo adquirieron significado, contenido, su decisión apresurada, su impaciencia desmedida lo habían desviado para encontrarse en un terreno desconocido, al que no pertenecía, y donde sus alas habían quedado cortadas por el intrincado trayecto. Por momentos, sentía que le había vendido el alma al diablo. Se preguntaba mil y una vez cómo salir de esa pesadilla, pero no lograba hallar la respuesta.

Un día sin saber cómo alcanzó a ver un pequeño jardín perfumado y colorido por flores silvestres, el vibrar de la vida lo anunciaba el suave zumbido de las abejas que se posaban en los matorrales de lavandas. Se detuvo para poder beber de ese néctar que tanto ansiaba, luego de los primeros sorbos empezó a volar. El camino ya despejado le permitió avanzar, planeó horas, sintió el aire fresco en su pequeño rostro. Sus alas se movían libres y diáfanas, era él nuevamente aventurero, soñador. Resonaron en su cabeza las palabras de su abuelo: “La prisa no es buena consejera, tiempo al tiempo, y hallarás el elixir del tiempo”

Esa noche descansó en la copa de un árbol frondoso, entre sus ramas un pequeño nido de plumas abandonado albergó su cuerpecito extenuado. Con el primer rayó de sol retomó el viaje, voló un día entero sin parar hasta volver a encontrarse con otro paraíso de flores, allí bebió diferentes néctares que jamás había probado. Así con la energía renovada continuó su camino.

El paraíso de las flores dejó impregnado el elixir del tiempo. Su capucha colorida se deslizó, el pájaro llegó con su último suspiro a la estación abandonada. Encontró allí esa paz necesaria para reposar su cuerpo cansado y entumecido de tanto volar. Nuevamente las palabras de su abuelo lo acompañaron: “La prisa no es buena consejera, tiempo al tiempo, y hallarás el elixir del tiempo” Hoy era tiempo de espera, de mesura, de meditación, de encontrar un rumbo, de vislumbrar un destino, así cerró sus pequeños ojos negros y posó en una rama de ciruelo rosa repleta de flores.

Andrea Calvete



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