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TRAMPA AL SOLITARIO

Con el tiempo quedan menos excusas, los impedimentos se desdibujan, los obstáculos tienen un peso verdadero, y las expectativas se acercan a lo que realmente pueden ser. De alguna manera dejamos de hacernos trampa al solitario y comenzamos a ver con mayor claridad lo que nos sucede.

Posiblemente, luego de mucho andar al mirar a ese espejo en que se refleja nuestra imagen llegamos a comprender que el peor impedimento hemos sido nosotros mismos, poniéndonos obstáculos, viviendo de acuerdo a lo que otros deseaban de nosotros, olvidando que somos los primeros protagonistas en cada instante.

La imagen que nos devuelve el espejo se vuelve lejana o confusa, pero es cuestión de sentarse con uno mismo y dejarnos fluir. Es posible fluir cuando comprendemos que el agua estancada se pudre, sólo cuando fluye se renueva. De eso se trata de renovarnos día a día, de no estancarnos, de avanzar abiertos y sin prejuicios. Según Goethe “el comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen”, aunque algunas veces ellos no condicen con lo que pensamos o sentimos, porque el ser humano no siempre obra de acuerdo a lo esperado, o establecido, en él se dan una serie de situaciones internas y externas que lo llevan a actuar de formas inusitadas, complejas de entender, pero que a la larga tienen una explicación.

Cuando empezamos a acercarnos a esa explicación, a comprender lo que nos sucede, de alguna forma tomamos las riendas de nuestro propio destino, de lo que realmente queremos, anhelamos o deseamos para nuestros días, porque vivir con plenitud no es tarea sencilla, requiere de estar dispuestos a disfrutar, a aceptar y a fluir para poder trascender y dar verdadero valor a lo que nos hace sentir dignos, auténticos, libres y verdaderos.

Si nos detenemos a mirar a nuestro alrededor, la mayoría de las personas viven desconformes, las que están solteras quieren casarse, las que están casadas quieren divorciarse, los que tienen una pareja estable ya se han aburrido, los que no la tienen están deseándola tener… el que tiene poco quisiera tener más, y el que tiene mucho se siente sobrepasado y se da cuenta que era más feliz antes cuando tenía menos, y entonces vivimos en un mundo donde la vereda del vecino para ser más fresca, confortable y segura. Ahora bien, si lo de lo demás parece ser mejor, es un mal punto de partida. Lo que los demás tengan no me quita ni me agrega nada a mi vida, es importante saber ¿qué es lo que yo quiero, anhelo o ansío? Si tengo claro estos parámetros más sencillo será a la hora de mirarnos al espejo, porque no sólo voy a ver la imagen que desearía ver con claridad, sino la que se refleja y dista de ella.

Tantas veces nos hacemos trampa al solitario, nos creemos nuestras propias respuestas ideadas o sugeridas por nuestra mente, lo que ella quiere ver o sentir, dejando de lado lo que nos dice el corazón, nuestra intuición o ese sexto sentido al que tantas veces no escuchamos o accedemos.

En esta búsqueda personal, no debemos olvidar que somos seres que nos encontramos permanentemente condicionados a juzgar. Y nuestro juez interior es el causante de que aceptemos o rechacemos quienes somos. En tal sentido, es preciso adoptar un diálogo crítico, que nos permita confrontar lo que somos con lo que queremos o anhelamos ser. Quizás alcancemos a ver el reflejo de varios espejos y entonces nos estremezcamos al comprender que ya hemos roto varios espejos porque como dice Borges “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Y aunque la autenticidad suele ser una virtud que escasea no está perdida, sólo es apelar a nuestros sentidos más íntegros, e intentar rescatarla de alguna parte con valentía, porque todos somos seres únicos y diferentes.

El dejar de hacer trampa al solitario tiene que ver con mirarnos sin contemplaciones, sin miedos, de alguna manera permitiendo que todo salga a luz, para disfrutar de este aquí y ahora, de este momento presente que tiene tanto para deleitarse y contemplar, más allá de todo lo que podamos hacer para mejorar y cambiar.

Andrea Calvete

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