RINCÓN ESPECIAL
Hacerse un espacio, un tiempo, un lugar, en donde la pausa es inminente, donde el relax es necesario, suele ser de esos instantes renovadores necesarios en nuestros días.
Rozar la brisa, acariciar un sonido, abrazar los colores del atardecer, puede ser parte de la propuesta en la que nos podemos embargar, simplemente dejando en ese rincón especial abierta la ventana, para que nuestros sentidos se abran y disfruten.
Luego de un día de trabajo, estrés y cansancio, el simple hecho de poder reposar y observar un atardecer, puede convertirse en un acto de magia, en un momento único e impredecible. Generalmente, luego de una jornada larga, intensa, uno llega agotado, lleno de preocupaciones. Sin embargo, los colores del cielo se pueden convertir en parte de este momento en el que estamos dispuestos a relajarnos y a bajar las revoluciones.
En ese rincocito especial, podemos disfrutar de una taza de té o de café, o de un mate bien amargo, en silencio o compañía de una linda música, abiertos a los perfumes y colores de la naturaleza, a la belleza de ese momento en el que decidimos premiarnos, mimarnos hacer esa pausa tan merecida y deseada, dejando las preocupaciones de lado, y las prisas para después.
En este rincón podemos permitir que los ocres, rosas y naranjas se unan a pálidos celestes pastel, para deleitar nuestras pupilas con una fiesta de colores, donde las nubes blancas se tiñan de las tonalidades del atardecer con un ritmo lento y sugestivo.
En la medida que vamos disfrutando de este espacio, va cayendo la tarde, y aparecen aparecen los grillos y luciérnagas que iluminan como lucecitas intermitentes los rinconcitos más oscuros.
Las fragancias de las flores impregnaron el aire de frescura y paz, así en compañía de nuestro mate o café logramos desconectarnos de todo lo que le nos preocupa, para estar allí con nosotros mismos, disfrutando de nuestro yo más profundo.
Algunas veces parece inalcanzable tener unos minutos de relax, sin embargo, es cuestión de distenderse y hallar el momento y el lugar, en el que la desconexión con los problemas sea inminente, para que la mente logre trascender lo superfluo y conectarse con lo profundo e interno.
Así un atardecer puede ser un lugar lleno de paz y armonía, bajo un cielo cargado de estrellas que empezaban a apoderarse de toda su superficie para dar cabida a la noche que está por llegar.
Pero más allá, del momento en el día, ese rinconcito especial en el que escribimos, pensamos, pintamos, leemos, o simplemente nos distendemos, tiene esa particularidad que nos deja ser y estar en paz y en armonía, de modo de hallar ese equilibrio por momentos tan necesario pero a su vez tan lejano.
Rozar la brisa, acariciar un sonido, abrazar los colores del atardecer, puede ser parte de la propuesta en la que nos podemos embargar, simplemente dejando en ese rincón especial abierta la ventana, para que nuestros sentidos se abran y disfruten.
Luego de un día de trabajo, estrés y cansancio, el simple hecho de poder reposar y observar un atardecer, puede convertirse en un acto de magia, en un momento único e impredecible. Generalmente, luego de una jornada larga, intensa, uno llega agotado, lleno de preocupaciones. Sin embargo, los colores del cielo se pueden convertir en parte de este momento en el que estamos dispuestos a relajarnos y a bajar las revoluciones.
En ese rincocito especial, podemos disfrutar de una taza de té o de café, o de un mate bien amargo, en silencio o compañía de una linda música, abiertos a los perfumes y colores de la naturaleza, a la belleza de ese momento en el que decidimos premiarnos, mimarnos hacer esa pausa tan merecida y deseada, dejando las preocupaciones de lado, y las prisas para después.
En este rincón podemos permitir que los ocres, rosas y naranjas se unan a pálidos celestes pastel, para deleitar nuestras pupilas con una fiesta de colores, donde las nubes blancas se tiñan de las tonalidades del atardecer con un ritmo lento y sugestivo.
En la medida que vamos disfrutando de este espacio, va cayendo la tarde, y aparecen aparecen los grillos y luciérnagas que iluminan como lucecitas intermitentes los rinconcitos más oscuros.
Las fragancias de las flores impregnaron el aire de frescura y paz, así en compañía de nuestro mate o café logramos desconectarnos de todo lo que le nos preocupa, para estar allí con nosotros mismos, disfrutando de nuestro yo más profundo.
Algunas veces parece inalcanzable tener unos minutos de relax, sin embargo, es cuestión de distenderse y hallar el momento y el lugar, en el que la desconexión con los problemas sea inminente, para que la mente logre trascender lo superfluo y conectarse con lo profundo e interno.
Así un atardecer puede ser un lugar lleno de paz y armonía, bajo un cielo cargado de estrellas que empezaban a apoderarse de toda su superficie para dar cabida a la noche que está por llegar.
Pero más allá, del momento en el día, ese rinconcito especial en el que escribimos, pensamos, pintamos, leemos, o simplemente nos distendemos, tiene esa particularidad que nos deja ser y estar en paz y en armonía, de modo de hallar ese equilibrio por momentos tan necesario pero a su vez tan lejano.
Andrea Calvete