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EL MAGNETISMO DE LA CAUSALIDAD II

El mundo de las causas obedece a las razones, mientras que la energía despliega su vigor y magnetiza sin explicar, ni pedir permiso. Quedan perdidas las pupilas, pero se encuentran en un punto en el que ya no es posible retroceder, en el que sobran las palabras y se posan los sentimientos. Renacen con ellas los días, a pesar de la grisácea mirada de la cotidianidad que abruma las horas.

Atrapados por su magnetismo y encanto se tropiezan los seres, de allí en más un torrente de emociones se desata dispuesto a existir aunque no haya motivos o causas, aunque sí las hay, sólo es cuestión de descubrirlas.

No han llegado allí por mera casualidad, les ha introducido con astucia y desenfado la causalidad, con elegancia y delicada magia, con la sutileza que sólo ella desprende para conquistar con desenfado y simpatía. Como manantial inagotable seguirá causando mil y una razón por la cual una persona se encontrará con otra, en una suerte de efecto dominó.

Sin embargo, la causalidad fingirá no haber estado involucrada en el hecho, para que finalmente cada uno descubra el porqué de su aparición repentina. Como al pasar, dará cabida a la casualidad para quien no confíe del todo en ella logre en lo fortuito un sustento verdadero.

Las causas tras la que corremos a diario y no logramos identificar totalmente, está secuencialmente diagramado, a la espera que una pieza de dominó caiga para producirse ese efecto en el que una pieza va cayendo mientras produce la caída de otra y así hasta llegar hasta la última pieza y lograr su cometido, esa causa que si bien parece desconocida tiene una razón, un propósito. Aunque nos cueste admitir la mayoría de lo que nos ocurre tiene en sí una causa. Evidentemente, lo fortuito, “lo caído del cielo”, tiene ese sabor que nos impregna de magia de encanto, pero que la gran mayoría de las veces está concatenado con lo causal.

Quién no se ha encontrado con alguien que no esperaba que llegara a su vida ni por sueños, una persona a la que jamás había visto y con la que tendría escasísimas posibilidades de cruzarse. ¿Casualidad o causalidad? En principio, difícilmente aparezca una respuesta, más pasado el tiempo el rompecabezas comienza a encajar para develar las causas por las que esta persona ha llegado a esa puerta. Es así que nos vemos ante una vieja leyenda japonesa que cuenta que un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper, de allí la importancia de conocerla y poder descubrir quien se ha unido a través de este hilo invisible que nos une más allá de cualquier tipo de explicación racional y posible.

El mundo de las causas obedece a las razones, mientras que la energía despliega su vigor y magnetiza sin explicar, ni pedir permiso. Quedan perdidas las pupilas, pero se encuentran en un punto en el que ya no es posible retroceder, en el que sobran las palabras y se posan los sentimientos. Renacen con ellas los días, a pesar de la grisácea mirada de la cotidianidad que abruma las horas.

La causalidad logra ese efecto domino, coloca sus fichas en línea, una detrás de la otra, tan sólo con un pequeño empujón sobre la primer ficha logra ese efecto en cadena. Por lo tanto, al buscar las causas sería un buen ejercicio sumergirnos por las que nos estabilizan y llenan de energía vital, para poder así establecer una sintonía armoniosa con lo que se irá desencadenando y sobre lo que aún no tenemos demasiada consciencia.

Andrea Calvete

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