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NO SE BRILLA SIN OSCURIDAD

Brillar día a día, ser luz del propio camino es un desafío permanente, en el que nos deslizamos y transcurrimos más allá de concretarlo. A través de reiterados intentos pretendemos flotar dentro de un mar lleno de olas, en la que resulta difícil no ahogarse. Y aunque parezca una gran paradoja no se brilla sin oscuridad.

Esos grandes contrastes que se producen en nuestro diario vivir son los que nos permiten aprender y enriquecernos a través de esas situaciones que nos ponen a prueba, que hacen sacar nuestras luces y sombras. En los momentos más oscuros surge esa luz que es capaz de brillar aún en nuestra más profunda oscuridad. Es que somos esa dualidad misma en la que el brillo contrasta con la oscuridad, en la que lo peor de nosotros se enfrenta a lo mejor, y de ese enfrentamiento dual surge nuestra verdadera esencia.

Habitualmente, solemos negar nuestros defectos nuestras partes oscuras. La sombra es un lugar donde no llega la luz y cada cuerpo proyecta la suya. Lo malo es cuando decidimos transitar por ella en forma indefinida, impidiendo que la luz toque nuestros poros, reticentes a cualquier rayo de energía.

Luces y sombras tenemos todos, es parte de nuestra esencia, sin embargo, parecería que lo oscuro, lo poco iluminado tuviera un poder de existencia mayor, y nos dejara allí con una mano invisible atrapados en ese sitio que deseamos trascender, pero que del que no logramos despegar.

Y en este proceso avanzamos en la medida que comprendemos que las emociones juegan un rol trascendental. Dice Jung que “la emoción es la principal fuente de los procesos conscientes. No puede haber transformación de la oscuridad en luz, ni de la apatía en movimiento sin emoción”.

Las emociones son estados afectivos que permiten aflorar motivaciones deseos y necesidades. Cada cual dada su forma de ser, el momento de la vida que esté viviendo, dará vida a diferentes emociones, lo peor que podemos hacer es reprimirlas. Quizás lo más sensato sea dejarlas fluir y trabajar en aquellas que transmiten o reflejan una energía negativa o destructiva en nuestra vida o en la de los demás.

En este trayecto, solemos perder, ganar, sufrir, reír, llorar… y así enfrentamos momentos diferentes en los que se disparan todas las emociones, sin embargo, cuando se disparan la de la tristeza, la desazón, la pérdida, surge el duelo, que si bien es un proceso necesario debemos poder trascenderlo, no podemos quedar inmersos una vida en él.

Podemos ser luz, pero también sombra, podemos ser amor y alegría, pero también podemos ser parte de los sentimientos más crueles y destructivos, está en cada uno ver lo que quiere que surja de sí mismo.

Y en este proceso de dejar surgir y ser, es importante entender que desde la oscuridad, desde lo que nos molesta lastima, es posible brillar, porque en la medida que aceptamos nuestros errores, defectos, nuestras partes oscuras, es posible aproximarnos a esa luz, a ese brillo que nos permita encaminar nuestros días con lo mejor de nosotros mismos, pero lo importante es no perder de vista que no se brilla sin oscuridad, quizás este sea el punto trascendental para seguir adelante.

Brillar es permitir que fluya lo que somos, dejar ser lo genuino, lo auténtico, lo sincero, y para eso debemos admitir nuestras luces, nuestras sombras, para poder ser sin preconceptos, sin peso innecesario, para encontrarnos con el verdadero ser que nos habita.

Andrea Calvete

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