LA CANCIÓN DE UNA VOZ
La voz se traduce en los sonidos, en las letras de las canciones, en las palabras de un libro, en las pinceladas de una obra, en una fotografía, en un cuerpo que danza y se expresa, o en el brillo de una mirada que tímidamente intenta aflorar, pero siempre está allí latente con ese deseo de manifestarse.
Llegar a cantar una canción propia requiere valentía, determinación, y a su vez permitirse ahondar por las profundidades en donde los azules se vuelven intensos, donde muchas veces desconocemos hasta nuestras sombras.
Día a día elaboramos sonidos, melodías inconexas, en donde las voces interiores pretenden expresarse manifestarse, ampliarse en un eco donde se vean reflejadas. De pronto, vemos que en lo disonante surge un acorde, algo que le da sentido a esa composición que poco a poco vamos creando. Sí de eso se trata, de crear, de construir, de dejar ser a través de lo más maravilloso que tenemos que es la voz.
De alguna manera todos nos manifestamos a través de nuestras palabras, pensamientos y acciones, y aunque no siempre guardan armonía intentan correlacionarse de la mejor manera.
Algunas veces al escuchar una canción nos sentimos identificados, por su letra, por su música por ese vibrar que late en nuestra misma sintonía. Es que la música tiene voz propia, y en ella logramos expresar nuestro sentir más profundo.
Por momentos sentimos que nuestras voces no son comprometidas, son poco sinceras. En otras ocasiones, las notamos carente de fuerza y de sentido. Y así andamos deambulando buscando esa voz que se manifieste entre todo lo que tenemos para decir y expresar.
Aunque algunos días bajo un cielo gris pretendemos refugiarnos, y entonces permanecemos callados, a la espera de que ese techo encapotado comience a esparcir esas gotas que pronto se convertirán en lluvia.
Es milagroso poder manifestar esas miles de voces que nos componen que dan sentido a nuestra existencia, algunas desconocidas, otras una grata compañía, pero todas y cada una de ellas como parte de lo que somos y seremos.
Y finalizo parafraseando a Neil Gaiman: "Cada persona que alguna vez fue, es, o será tiene una canción. No es una canción que alguien escribió. Tiene su propia melodía, tiene sus propias palabras. Muy pocas personas llegan a cantar su canción. La mayoría de nosotros tememos no poder hacer justicia con nuestras voces, o que nuestras palabras sean demasiado tontas o demasiado honestas, o demasiado extrañas. De modo que la gente vive su canción en su lugar”.
Llegar a cantar una canción propia requiere valentía, determinación, y a su vez permitirse ahondar por las profundidades en donde los azules se vuelven intensos, donde muchas veces desconocemos hasta nuestras sombras.
Día a día elaboramos sonidos, melodías inconexas, en donde las voces interiores pretenden expresarse manifestarse, ampliarse en un eco donde se vean reflejadas. De pronto, vemos que en lo disonante surge un acorde, algo que le da sentido a esa composición que poco a poco vamos creando. Sí de eso se trata, de crear, de construir, de dejar ser a través de lo más maravilloso que tenemos que es la voz.
De alguna manera todos nos manifestamos a través de nuestras palabras, pensamientos y acciones, y aunque no siempre guardan armonía intentan correlacionarse de la mejor manera.
Algunas veces al escuchar una canción nos sentimos identificados, por su letra, por su música por ese vibrar que late en nuestra misma sintonía. Es que la música tiene voz propia, y en ella logramos expresar nuestro sentir más profundo.
Por momentos sentimos que nuestras voces no son comprometidas, son poco sinceras. En otras ocasiones, las notamos carente de fuerza y de sentido. Y así andamos deambulando buscando esa voz que se manifieste entre todo lo que tenemos para decir y expresar.
Aunque algunos días bajo un cielo gris pretendemos refugiarnos, y entonces permanecemos callados, a la espera de que ese techo encapotado comience a esparcir esas gotas que pronto se convertirán en lluvia.
Es milagroso poder manifestar esas miles de voces que nos componen que dan sentido a nuestra existencia, algunas desconocidas, otras una grata compañía, pero todas y cada una de ellas como parte de lo que somos y seremos.
Y finalizo parafraseando a Neil Gaiman: "Cada persona que alguna vez fue, es, o será tiene una canción. No es una canción que alguien escribió. Tiene su propia melodía, tiene sus propias palabras. Muy pocas personas llegan a cantar su canción. La mayoría de nosotros tememos no poder hacer justicia con nuestras voces, o que nuestras palabras sean demasiado tontas o demasiado honestas, o demasiado extrañas. De modo que la gente vive su canción en su lugar”.
Andrea Calvete