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DESPUNTAR EL ALBA DE LOS SENTIDOS

Planear desde las alturas como un ave resulta una tentativa algo descabellada, pero hoy no importa, todo es posible. Se han reunido todos los colores sin excepción, los aromas de las flores se mezclan con delicada sutileza. Un rayo intenso le sofoca, se pregunta: ¿“Por qué no abanicar las olas”? La espuma blanca le salpica el rostro, sus labios saben a yodo y sal, así se despiertan poco a poco sus sentidos.

Con cada despertar siembra sus anhelos. El primer aroma que entra por su ventana le lleva a recorrer sus ilusiones, descalzo todavía percibe la suavidad de los violetas que acarician la planta de sus pies.

Hoy es un día diferente. Ha decido jugar con el tiempo, para romper sombras y saltar abismos. Una apacible sensación lo visita, siente el viento acariciar su rostro y a la primavera despuntar el alba de sus sentidos.

Palpar en el aire los sonidos de una mañana que vuela desapercibida, o despeinarse con el brillo del sol, o refugiarse en las hojas verdes de un árbol pueden ser cosas muy simples, pero a las que muchas veces no accedemos por diferentes causas.

El no acceso puede venir determinado por diferentes tipos de impedimentos, pero en su gran mayoría quienes los disparamos sin darnos cuenta somos nosotros mismos negándonos a disfrutar de ese entorno maravilloso y sorprendente que nos rodea. Posiblemente, las mil preocupaciones que pasan ante nosotros nos enceguezcas, enmudezcan y de alguna manera nos anestesien ante esa bella realidad que nos rodea.

Sin embargo, algunos días nos abrimos a todos nuestros sentidos, nos inundamos del aire fresco de la mañana, del trinar de los pájaros, de las risas de los niños que se oyen a lo lejos, o de ese andar más tranquilo que parece acompasar al fin de semana. Porque los fines de semana cambian los olores, los sonidos, las textura de esos días que parecen presentarse más livianos y suaves, donde las obligaciones se acercan con cierta benevolencia.

Sin embargo, dejar de percibir lo que pasa a nuestro alrededor, tiene estrecha relación con lo atentos que estemos aquí y ahora en este presente que se escapa segundo a segundo, y que muchas veces es muy escurridizo debido a que es en este preciso momento que tenemos que decir basta hasta aquí llegué y entonces cambiar el rumbo. Así con entereza nos dirigimos poco seguros pero decididos hacia otros horizontes, porque creemos que allí está nuestro porvenir. Aunque la falta de seguridad suele no ser buena consejera, tiene como consigna prevenirnos y hacernos pensar en todo lo nuevo que tenemos que enfrentar tomados de la mano de la paciencia, de la perseverancia y de la mesura hasta que realmente nos asentemos en el camino.

Cuando logramos sentirnos bien en este aquí y ahora, entonces es posible abrirnos a todo lo que sucede a nuestro alrededor. Aunque muchas veces es una excelente terapia dejar de compadecernos y empezar a mirar a quienes tenemos a nuestro alrededor y entonces darles una mano, este simple acto es el primer paso para poder sentirnos mejor porque de esta forma empezamos a canalizar lo que nos sucede sacándole foco de atención y haciendo algo productivo.

Pero, hoy puede ser un día diferente porque nos disponemos a jugar con el tiempo, para romper sombras y saltar abismos. Para dejar que una apacible sensación nos visite, de modo de sentir el viento que acaricia nuestro rostro y a la primavera que despunta el alba de nuestros sentidos.

Andrea Calvete

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