Es difícil acallar a la mente, silenciarla, en el primer intento parece convulsionarse en un manifiesto rechazo. Se oye una voz inquisidora y cuestionadora que dice: “¿Con qué derecho intentas apagarme cuando no existe coherencia entre lo que haces y piensas?”
Coherencia viene acompañada de cohesión, donde el proceder debería coincidir con el pensamiento, con las palabras que se instalan para establecer un diálogo permanente y profundo con nuestro yo más íntimo.
La puja constante entre lo que hacemos y deberíamos hacer es prácticamente una premisa dolorosa y compleja, a la que nos enfrentamos día a día, en busca de hallar la ecuación perfecta.
Pero el perfeccionismo es un término utópico, que se aleja en la medida que intentamos alcanzarlo, que se escapa como el viento, libre sin ataduras.
Sin embargo, en ese caos en el que parece no haber posibilidades de salidas, las hay, infinitas, diversas, opuestas y complementarias… pero la voz se interpone nuevamente y dice: “No pretendas encontrar la coherencia en este infernal bullicio y desorden, ¿cómo te atreves a buscar cuando no has sido capaz de mirarte al espejo?”
Andrea Calvete