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EL ÚLTIMO ADIÓS



El inmenso pino que nos acompañó durante tantos años en el barrio ha sido talado. Con él se han ido miles de vivencias de las que fue testigo, sin embargo, ha quedado en nosotros el agradecimiento por su pinocha perfumada y su verde sentir que contagió alegría en nuestros días. Hoy con gran congoja le decimos adiós y lo despedimos con un fuerte sentir, un silencio ensordecedor acompaña la desgarradora escena.

El ruido de la sierra eléctrica se hace insoportable, llevamos tres días viendo como lo mutilan. Se agudiza la tristeza que habita en el aire y en el cielo gris, encapotado testigo del talado del añejo pino que nos acompañó durante más de tres décadas en el barrio. Su tronco cortado en mil pedazos es lo que queda de aquel frondoso árbol.

El olor a pinocha mojada, sus piñas tupidas, y su follaje verde y fresco serán parte de esa imagen que permanecerá en nuestros recuerdos. Desconozco los motivos por el que ha sido talado, supongo que existirán razones de peso, sin embargo, no puedo dejar de sentir un profundo dolor.

Pájaros, vecinos, y transeúntes supusimos disfrutar de su sombra y su aroma tan particular, de su presencia imponente y de su calma fresca y aromática. El pino ha sido testigo de innumerables conversaciones, de declaraciones de amor, de peleas, de canciones, de silbidos, de risas y llantos… todo ha quedado en cada tronco trozado, en esa corteza añeja y en ese follaje lleno de vida mutilado sin piedad.

Ha visto pasar infinidad de personas, algunas ya no transitan más por sus veredas, porque en tres décadas han pasado a otro plano. Hoy él también se ha ido, se ha transformado en leña, o en madera inerte, sin embargo, quedará en nosotros la alegría de vivir que nos ha contagiado con su presencia en los días soleados, los lluviosos y los grises, en las diferentes estaciones, y por su don de reverdecer el barrio y oxigenar sus veredas.

La luz que entra ante su ausencia lastima las retinas y llena el corazón de congoja. Los recuerdos flotan en el aire y no encuentran ramas donde acomodarse, los pájaros vuelan con las alas bajas desorientados por la ausencia del hermoso árbol.

El inmenso pino que nos acompañó durante tantos años en el barrio ha sido talado. Con él se han ido miles de vivencias de las que fue testigo, sin embargo, ha quedado en nosotros el agradecimiento por su pinocha perfumada y su verde sentir que contagió alegría en nuestros días. Hoy con gran congoja le decimos adiós y lo despedimos con un fuerte sentir.


Andrea Calvete

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