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DAME SOLUCIONES Y NO PROBLEMAS



Gastamos más tiempo y energía en hablar de los problemas que en afrontarlos, quizás como forma de desahogarnos y sentirnos mejor. Así pasan los días, los meses, corren los años y algunas situaciones no logramos enfrentarlas.

Es muy común que entre amigos compartamos lo que nos pasa, pero también cabe cuestionarnos hasta que punto nos hace bien seguir hablando de lo que nos molesta, duele o perjudica. Hay un momento que uno siente que tiene que decir basta, hasta aquí llegué.

Hoy uno de los lemas que nos trae la sociedad del siglo XXI es: “dame soluciones y no problemas”, y esto se aplica para el trabajo, para la casa, para las amistades y la familia. La gente que se queja constantemente ya cansa, y pasa a ser tóxica, a tal punto que muchas veces intentamos esquivarla.

“Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar.” Se requiere valentía y fortaleza para tomar esta decisión, es estar dispuestos a comenzar de nuevo, a no dejar de sonreír, a ser agradecidos aún en los peores momentos, porque siempre hay algo para agradecer.

Las soluciones suelen verse lejanas, borrosas, pero en algún momento llegan, lo importante es no perder la paciencia y la calma dos ingredientes fundamentales para tomar buenas decisiones y enfrentar cualquier emprendimiento en la vida. La paciencia es una virtud que se puede cultivar, es como una planta si la regamos, cuidamos, crece y nos acompaña, junto a ella la calma puede habitar en forma cómoda y duradera.

En todos los órdenes de la vida lo que mucho ocupa termina por preocupar, sin embargo, dependerá del trabajo individual, de no consentir que esto suceda, de la elaboración personal, del compromiso para que las pequeñas preocupaciones no pasen a mayores, y he aquí lo cada uno puede aportar, pues la suma hace la diferencia.

Es cuestión de cambiar la mentalidad, de pensar en que cuantos más problemas o dificultades logremos dilucidar o enfrentar, más sencillo será el camino que nos reste por transitar, lo único que hacen los obstáculos es enlentecer el rumbo. Y quizás, conceder al espíritu el hábito de la duda y al corazón el de la esperanza, sea parte del punto de partida para albergar menos problemas y más soluciones.

Aunque muchas veces lo que ocupa, preocupa, luego desespera, por eso Miguel de Unamuno nos aconseja: “Jamás desesperes aún estando en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante”, sólo es cuestión de no darnos por vencidos, o sencillamente de no bajar los brazos.

Y es lógico que nos preocupe el porvenir, el mañana, pero no podemos permitir que estas situaciones que nos inquietan nos impidan vivir el presente, disfrutarlo, contemplarlo y cuestionarlo. Cuando se vive en el tiempo presente es posible cambiar de acuerdo a nuestras necesidades actuales, el vivirlo con intensidad nos permite vislumbrar soluciones coherentes y factibles.

La plenitud de la vida se logra cuando lo que nos preocupa nos permite transcurrir en el tiempo presente y no continuamente en el futuro.

Por eso les propongo, gastamos menos tiempo y energía en hablar de los problemas, y pongamos más énfasis en resolverlos y superarlos, en aportar soluciones, aunque para eso tengamos que movernos de nuestra zona de confort.

Andrea Calvete

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