LO QUE SE HACE, DICE Y PIENSA
No siempre está alineado el pensamiento, palabra y acción. Algunas veces se piensa lo que no se dice, se dice lo que no se piensa, y se siente lo que no se dice. Y entonces a mal puerto vamos por agua. La brújula parece no marcarnos el camino, y nos hallamos perdidos.
Se pueden decir tantas cosas y al mismo tiempo pensar, pero a la hora de llevarlas a cabo se suceden un sinfín de acontecimientos que frenan la puesta en acción. El poner en práctica se convierte en una tarea lejana y utópica, nuestro ánimo parece desvanecerse tras aquellos proyectos producto de nuestras palabras y pensamientos. Entonces, nos resignamos y decimos más vale malo conocido que bueno por conocer. Pero en el fondo, hemos traicionado a nuestras emociones, a nuestro ser más profundo que se había propuesto ser fiel a esta tríada de pensamiento, palabra y acción.
Día a día intentamos vivir tal como somos, sin embargo, nos vemos condicionados por nuestros juicios, y ese constante enfrentarnos al pasado y al futuro. Así cuestionamos a quienes nos rodean, etiquetamos, enjuiciamos, sin ser capaces de ponernos un minuto en el lugar del otro. Cuando juzgamos o suponemos lo hacemos desde nuestro lugar, desde nuestra subjetividad, sin llegar a aproximarnos al lugar del otro. También el hecho de prejuzgar, juzgar, o suponer, tiene que ver con no aprender a valorar lo que estamos haciendo. Cuando uno está ocupado en sus que haceres poco lugar nos queda para las conjeturas y especulaciones. Tantas veces, dejamos de valorar lo que estamos haciendo, por cuestionarnos lo que hicimos en el pasado y lo que haremos en el futuro, y así nunca estamos en el presente en este aquí y ahora. Vivimos entonces desacompasados con el tiempo real, y preocupados y ocupados por lo que han dicho y dirán…
Algunas personas creen que el talento tiene que ver con las grandes ideas, aunque para poder sostenerlo es necesario creer en uno mismo, y para ello también es importante sentirnos entendidos, queridos y respetados. Goethe señala que “el talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad”, y como la vida es un continuo cúmulo de movimientos, que pasan de la pasividad a los movimientos más intensos, el hombre permanece vivo, vibrando y latiendo en su lucha diaria por lograr sus metas y anhelos más allá de todos los posibles impedimentos que día a día se le presentan, dejando que su talento y carácter moldeen su propia historia de vida. Estas dos características hacen que florezca en cada ser humano un ser diferente, único y especial. Algunas veces, nos sorprendemos frente a una persona que dado su carácter y talento nos cautiva en forma inmediata, como si tuviera un inmenso imán. El tener carácter firme implica saber decir sí y no cuando es necesario, admitiendo el desenlace de nuestra decisión. Generalmente, la persona de carácter fuerte tiene muy seguro lo quiere, pero a su vez suele por el mismo motivo caer en momentos de intransigencia, dada su absoluta seguridad. Entonces, si logra incorporar el pensamiento crítico, más bien autocrítico, posiblemente será capaz de modificar sus errores con humildad y grandeza. Por otra parte, si este carácter se acompaña de talento, entonces es posible recorrer muchos caminos, lograr tantas metas. Sólo es cuestión de saber cultivarlos, de apreciarlos, porque algunas veces insertos en nuestras tareas cotidianas, vemos sólo aflorar nuestro carácter, pero parece que el talento quedara adormecido a la espera de ser despertado. De esta forma, al alinear nuestro carácter y temperamento, nos embarcamos también a querer a los demás, a fortalecer nuestros nexos afectivos, porque al intentar equilibrarlos comenzamos a ver en los seres que nos rodea su humanidad, más allá de que piensen, actúen o sean diferentes a nosotros.
Cuando logramos alinear nuestros pensamientos, palabras y acciones, reina en nosotros una placentera armonía, que se transforma y libera a través de un accionar ecuánime hacia nuestros semejantes más allá de las diferencias que nos separan, porque entendemos que ellos al igual que nosotros son seres que tienen problemas, desvelos y angustias, alegrías y tristezas como nosotros.
No siempre está alineado el pensamiento, palabra y acción. Algunas veces se piensa lo que no se dice, se dice lo que no se piensa, y se siente lo que no se dice. Vale la pena entonces, antes de hablar escuchemos, antes de criticar examinémonos , antes de escribir pensemos, antes de herir sintamos, antes de rendirnos intentémoslo, y antes de morir vivamos.
Andrea Calvete