EL ARTE DE HACER
Cada acto de nuestras vidas requiere de arte, de conjugar sentimientos, pasiones, de equilibrar nuestra balanza, de saber elegir los ingredientes precisos, de poner el trabajo y esfuerzo necesarios, de no bajar los brazos, de levantarnos si nos caemos y continuar entusiasmados, porque creemos que lo que hacemos vale la pena y corremos tras una causa.
Deshilachada por el desencanto la ilusión no encontraba esperanza que lo zurciera. Con artesanal paciencia comenzó a tejer, tomó los hilos uno por uno, buscó despacio los diferentes y posibles candidatos para que la labor comenzara a dar sus frutos.
El primer hilo que apareció enredado entre aquella maraña confusa fue el de la esperanza, un poco descolorido lo puso en remojo hasta que tomó su color característico.
El tesón no tardo en aparecer, sabía que sin constancia aquel trabajo sería imposible.
Con la algarabía del amanecer apareció la alegría dispuesta a iluminar con una sonrisa radiante a todos sus compañeros.
La creatividad surgió como guía, con su contagioso ánimo llenó el recinto de buenas ideas, se dejó guiar por la imaginación y la inteligencia.
La humildad pretendió pasar desapercibida, en silencio hizo sentir a cada hilo importante y necesario, el trabajo mancomunado fue parte de su aporte desinteresado y sincero.
El esfuerzo llegó con las ganas de dar ese empujoncito necesario y cariñoso para que las fuerzas no flaquearan.
La fe por fin apareció para alumbrar el tejido, sin ella los hilos se hallarían poco incentivados, debían creer en si mismos para que la labor se transformara en una obra de arte.
La templanza un hilo esencial a la hora de que la labor se desarrollara con armonía y justo propósito.
El artesano ya con todos sus hilos prontos para hilar se preguntó dónde se hallaba el arte de su labor. Recordó entonces unas palabras de su padre: “El arte se expresa a través de tus manos, pero habita en tu corazón, déjate guiar por él y llegarás tan lejos como te lo propongas, cree en ti y nada te detendrá”
El tejido se encausó armonioso, la música de la naturaleza fue la melodía perfecta para que todos danzaran a su ritmo, cada color se fue mezclando lentamente con el otro, y las sedas se anudaron con la magia de aquellas manos que con amor y ahínco tejieron su obra.
Cada acto de nuestras vidas requiere de arte, de conjugar sentimientos, pasiones, de equilibrar nuestra balanza, de saber elegir los ingredientes precisos, de poner el trabajo y esfuerzo necesarios, de no bajar los brazos, de levantarnos si nos caemos y continuar entusiasmados porque creemos que lo que hacemos vale la pena y corremos tras una causa.
Deshilachada por el desencanto la ilusión no encontraba esperanza que lo zurciera. Con artesanal paciencia comenzó a tejer, tomó los hilos uno por uno, buscó despacio los diferentes y posibles candidatos para que la labor comenzara a dar sus frutos.
El primer hilo que apareció enredado entre aquella maraña confusa fue el de la esperanza, un poco descolorido lo puso en remojo hasta que tomó su color característico.
El tesón no tardo en aparecer, sabía que sin constancia aquel trabajo sería imposible.
Con la algarabía del amanecer apareció la alegría dispuesta a iluminar con una sonrisa radiante a todos sus compañeros.
La creatividad surgió como guía, con su contagioso ánimo llenó el recinto de buenas ideas, se dejó guiar por la imaginación y la inteligencia.
La humildad pretendió pasar desapercibida, en silencio hizo sentir a cada hilo importante y necesario, el trabajo mancomunado fue parte de su aporte desinteresado y sincero.
El esfuerzo llegó con las ganas de dar ese empujoncito necesario y cariñoso para que las fuerzas no flaquearan.
La fe por fin apareció para alumbrar el tejido, sin ella los hilos se hallarían poco incentivados, debían creer en si mismos para que la labor se transformara en una obra de arte.
La templanza un hilo esencial a la hora de que la labor se desarrollara con armonía y justo propósito.
El artesano ya con todos sus hilos prontos para hilar se preguntó dónde se hallaba el arte de su labor. Recordó entonces unas palabras de su padre: “El arte se expresa a través de tus manos, pero habita en tu corazón, déjate guiar por él y llegarás tan lejos como te lo propongas, cree en ti y nada te detendrá”
El tejido se encausó armonioso, la música de la naturaleza fue la melodía perfecta para que todos danzaran a su ritmo, cada color se fue mezclando lentamente con el otro, y las sedas se anudaron con la magia de aquellas manos que con amor y ahínco tejieron su obra.
Cada acto de nuestras vidas requiere de arte, de conjugar sentimientos, pasiones, de equilibrar nuestra balanza, de saber elegir los ingredientes precisos, de poner el trabajo y esfuerzo necesarios, de no bajar los brazos, de levantarnos si nos caemos y continuar entusiasmados porque creemos que lo que hacemos vale la pena y corremos tras una causa.
Andrea Calvete