DANZAR CON EL CORAZÓN
Edgar Degas |
Como parte de nuestra esencia, el corazón guarda con recaudo todos nuestros sentimientos, y late a su ritmo, más allá de que por momentos se empecina en determinados tramos del camino. Este músculo vital es quien nos hace palpitar y llevar con nosotros lo que consideramos parte de nuestra esencia.
Si bien en él habitan nuestras penas, tristezas y sufrimientos, los sentimientos de amor y alegría son los que endulzan esos golpes que recibe, y a los que debe superarse día a día.
Algunas veces cansado y entristecido, parece que oprime el pecho y nos deja sin aire. Sin embargo, es fiel y leal, porque suele cobijar a todas aquellas personas que quisimos y dieron un significado a nuestra vida, y por más que pase el tiempo quedan allí como imborrables, viviendo en este pequeño espacio.
Luego de mucho andar, sabe de penas y alegrías, no le podemos ocultar nuestro estado de ánimo, nos conoce de memoria, y ante la mínima situación sabe cómo vamos a reaccionar.
El corazón lleva consigo:
Las noches de luna que aclaran nuestro camino, los amaneceres que nos ayudan a renacer cada día.
El abrazo fraterno y sincero de quien nos ha querido.
El beso que no hemos podido olvidar.
La caricia más suave, el suspiro más tierno, la mirada penetrante de quien nos ama de veras.
Las palabras sinceras y profundas.
Cada vivencia que nos permite crecer y avanzar.
Cada persona que hemos conocido y ha dejado algo de sí, también se ha llevado algo de nosotros.
En definitiva, su palpitar apasionado permite resguardar todo lo que conforma nuestra verdadera esencia, lo que somos y hacemos, lo que soñamos y anhelamos, y en lo que persistimos porque se haga realidad.
Por eso, quien danza con el corazón es posible que sus pies lo sigan, porque habrá en esa danza entusiasmo, calidez y luminosidad. Con cada latido espontaneo y sincero, se producirá la vibración, ese motor esencial para poder poner en marcha nuestros deseos y anhelos.
Andrea Calvete