TARDE DE SIESTA
La mansa quietud de la tarde invita a reposar unos minutos, mientras cae la lluvia y arrulla con su melodía llena de paz. Los autos levantan una estela delicada de agua por la calle, el ruido envolvente de las gotas genera una melodía sublime, ideal para esta tarde de siesta.
La cama mullida, las almohadas confortables están listas para que el cuerpo repose en esta tarde en la que un apetecible descanso se aproxima. Cierra los ojos, se deja llevar por el sonido envolvente de la lluvia y lentamente el sueño se aproxima.
A través de la ventana abierta llega el aroma a tierra mojada, el perfume de las flores realzado por las gotas de agua fresca, y las plantas aromáticas desbordantes le invitan a relajarse en una paz casi indescriptible.
Todo reverdece al ritmo de la lluvia, la calma de la tarde reconforta a los sentidos que lentamente se diluyen en un sueño placentero y reparador, en el que los colores del alba se disponen a recibir el día, rosas, lilas y tenues naranjas sorprenden a las pequeñas nubes que se esparcen dispersas. Vuela como un pájaro dispuesto a perderse en el perfume del amanecer, en los sonidos del comienzo del día. La brisa fresca estremece a las hojas de los árboles que se mueven suaves y perfumadas. En esa paz naciente su vista se pierde en el horizonte donde el sol se asoma con parsimonia.
Un fuerte relámpago lo despierta, la lluvia que cae abundante mientras se despereza luego de una tarde de reconfortante siesta.
Andrea Calvete
La cama mullida, las almohadas confortables están listas para que el cuerpo repose en esta tarde en la que un apetecible descanso se aproxima. Cierra los ojos, se deja llevar por el sonido envolvente de la lluvia y lentamente el sueño se aproxima.
A través de la ventana abierta llega el aroma a tierra mojada, el perfume de las flores realzado por las gotas de agua fresca, y las plantas aromáticas desbordantes le invitan a relajarse en una paz casi indescriptible.
Todo reverdece al ritmo de la lluvia, la calma de la tarde reconforta a los sentidos que lentamente se diluyen en un sueño placentero y reparador, en el que los colores del alba se disponen a recibir el día, rosas, lilas y tenues naranjas sorprenden a las pequeñas nubes que se esparcen dispersas. Vuela como un pájaro dispuesto a perderse en el perfume del amanecer, en los sonidos del comienzo del día. La brisa fresca estremece a las hojas de los árboles que se mueven suaves y perfumadas. En esa paz naciente su vista se pierde en el horizonte donde el sol se asoma con parsimonia.
Un fuerte relámpago lo despierta, la lluvia que cae abundante mientras se despereza luego de una tarde de reconfortante siesta.
Andrea Calvete