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LA INDIFERENCIA JAMÁS PASA DESAPERCIBIDA

¿Pasan desapercibidos los gritos de quien lucha, el llanto del que sufre, los ojos del que suplica, o las manos del que pide?... Día a día es tanto lo que pasa ante nuestros ojos que quedamos anestesiados al recibir tanta información. Sin embargo, al final del día algo cala bien profundo, y queda en ese yo interior interrogándonos.

Continúan los días entre el sinfín de situaciones por resolver, trabajo por cumplir, explicaciones que dar, tareas por finalizar, y nos volvemos a preguntar: ¿Pasan desapercibidas las injusticias, las mentiras, el odio, la envidia, el engaño? Intentamos contestar alguna de estas interrogantes, y el sol se pone y el día finaliza. Al apoyar la cabeza en la almohada vemos que algunas de las preguntas parecen encontrar una respuesta o alternativa.

Todas las interrogantes que nos pone por delante la vida, van en aumento y se acumulan en ese baúl compuesto de preguntas que buscan desesperadamente ser respondidas. Sentimos que se nos acaba el tiempo, y que son pocas las expectativas. Sin embargo, al mirar a nuestros hijos, y generaciones más pequeñas, surge una fuerza que nos impulsa a seguir con vitalidad hacia adelante, sin excusas, sin miedos, con los puños remangados apostando la vida.

Todos como seres únicos y diferentes requerimos de ser atendidos, escuchados, amados, apreciados, valorados, distinguidos. Sin embargo la indiferencia nos sume como seres en serie, en donde los sentimientos no tienen razón de ser, ni esas diferencias que nos hacen personas únicas y especiales tampoco.

La indiferencia se pone sus mejores galas y pasa frente a cada una de las interrogantes, se ríe de ellas y sigue de largo, camina unos cuantos metros hasta que se topa con el conocimiento, la razón y la inteligencia, quienes se interponen y la paran porque hasta ahora nunca la indiferencia pasó desapercibida.

Andrea Calvete

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