RECUERDO OLVIDADO
Desde un tiempo lejano ha llegado a este invierno un recuerdo olvidado, empapado de frío y tardes grises. Lo ha traído una canción, con rapidez ha traspasado fronteras, ha recorrido muchas millas, mientras los cristales empañados por la añoranza buscan encontrarte.
Dicen que añorar es agujerear el corazón, pero más que perforarlo es revivir con intensidad momentos que están dormidos a la espera de ser rescatados.
Este recuerdo mojado de lluvia, se ha enredado con los pensamientos, ha escalado fronteras lejanas, y se ha instalado cómodo en un sillón frente a la estufa de leña. El crujir del fuego acaricia su piel y abre sus poros para que fluya suavemente entre la danza de las llamas que se aviva cuando te acercas.
Así sin fundamentos ni escusas, se ha presentado, dispuesto a seducir con su aroma nostálgico, mientras se escucha suave la música que entibia tu presencia.
Todo parece tan confuso, tan extraño, pero no importa, una sensación inexplicable se apodera de la habitación cuando el recuerdo se materializa, se encarna a viva voz.
Es que los recuerdos no tienen punto final, y así resurgen inesperadamente cuando algo sin querer los toca, o despierta a través de un murmullo escurridizo.
El cierzo helado ha agrietado su piel, lo ha dejado entumecido, lentamente un chocolate caliente lo hace renacer, con bríos fortalecidos se acomoda mientras silba bajito.
El hastío del día lo ha traído hasta aquí, con ropas prestadas se ha perfumado de lavandas este recuerdo que intenta colarse esquivo, y lo ha logrado. Sentado junto a mí me toma de la mano y me hace compañía, mientras mis pupilas llenas de emoción lo reciben y lo dejan ser.
Dicen que añorar es agujerear el corazón, pero más que perforarlo es revivir con intensidad momentos que están dormidos a la espera de ser rescatados.
Este recuerdo mojado de lluvia, se ha enredado con los pensamientos, ha escalado fronteras lejanas, y se ha instalado cómodo en un sillón frente a la estufa de leña. El crujir del fuego acaricia su piel y abre sus poros para que fluya suavemente entre la danza de las llamas que se aviva cuando te acercas.
Así sin fundamentos ni escusas, se ha presentado, dispuesto a seducir con su aroma nostálgico, mientras se escucha suave la música que entibia tu presencia.
Todo parece tan confuso, tan extraño, pero no importa, una sensación inexplicable se apodera de la habitación cuando el recuerdo se materializa, se encarna a viva voz.
Es que los recuerdos no tienen punto final, y así resurgen inesperadamente cuando algo sin querer los toca, o despierta a través de un murmullo escurridizo.
El cierzo helado ha agrietado su piel, lo ha dejado entumecido, lentamente un chocolate caliente lo hace renacer, con bríos fortalecidos se acomoda mientras silba bajito.
El hastío del día lo ha traído hasta aquí, con ropas prestadas se ha perfumado de lavandas este recuerdo que intenta colarse esquivo, y lo ha logrado. Sentado junto a mí me toma de la mano y me hace compañía, mientras mis pupilas llenas de emoción lo reciben y lo dejan ser.
Andrea Calvete