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DE CAUSAS PERDIDAS

En tono perentorio elevaban sus voces en busca de tener la razón. Reunidos el miedo, la cobardía, el egoísmo, la envidia, el odio, la venganza, y el orgullo, pretendían sacar el mejor partido de lo que quedaba de la humanidad, con el deseo de verla finalmente vencida. Los ojos amarillos de los presentes desplegaba esa vileza que los distinguía.

Un hornero que buscaba barro para su nido, se detuvo en la ventana de la habitación y observó el aire viciado, cargado de desprecio, despotismo, egoísmo, lleno de falta de comprensión, y carente de una gota de solidaridad. Aunque estaba agotado de volar, decidió retomar el rumbo si se quedaba un minuto más allí perdería la poca energía que le quedaba.

Continuó el vuelo, lleno de vida y esperanza, había un sentido en su camino, ese nido que hoy iba a construir no era para su familia, ya estaba entrado en años, era para él para habitar tranquilo, para disfrutar de ese transitar aquí y ahora, en ese tiempo en el que ya se encontraba más cerca del final, pero que estaba decido a vivirlo plenamente.

Las voces desde la sala principal subían el tono, ásperas, oscuras y maliciosas cortaban el poco aire que se podía respirar. Un olor putrefacto inundaba el ambiente, parecía que la planchada oprimía el pecho y el piso quemaba los pies.

-No tiene que pensar, que analizar nada, es importante que siga consumiendo cada vez más así cada uno de nosotros nos alimentaremos de su energía. A la humanidad ya le queda poco tiempo de estar de pie- dijo el odio lleno de razón.

El resto de las pasiones que habitaban el recinto, escucharon atentas.

El miedo con su inseguridad constante manifestó que no les quedaba tiempo, que era cuestión de apurarse.

La envidia llena de insatisfacción y deseo, dijo ver a la humanidad llena de oportunidades, así que lo mejor sería no tenerle piedad.

La venganza pensó que era el momento justo para caer sobre la humanidad ya que estaba debilitada.

El egoísmo dijo estar apurado, así que pretendía que esta reunión finalizara cuanto antes.

La cobardía con su halo temeroso se escabulló para quedar cerca de la puerta, quería retirarse porque ya no tenía demasiada fuerza como enfrentar lo que les quedaba por delante.

El orgullo con el pecho inflado intentó dar ánimos a todos convencido de que ellos eran infalibles y contra eso nadie iba a poder.

De pronto, se abrió una ventana el aire comenzó a perfumarse de las notas de la mañana cálida y primaveral, una sensación de paz y armonía entró y tomó asiento junto a ellos. Una presencia se impuso, incómodos comenzaron a mirar sus relojes.

Cuando la cobardía estaba a punto de abrir la puerta, la presencia se hizo visible.

-¿A dónde crees qué vas tan decida? -Preguntó con serenidad

Todos permanecieron cayados inmóviles.

-Todo es cuestión de prioridades, del sentido que la humanidad de a su camino, pero hay algo que tienen que tener por seguro, es que no se dará por vencida, porque mientras yo le pueda acompañar, ustedes no la verán caída- dijo el amor y se marchó junto al hornero que lo esperaba en el marco de la ventana.

Andrea Calvete



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