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PRIMA VERA

El viento de Prima Vera  pasea por las calles y  los jardines, rapta a quien camina por sus aceras y los transforma en flor, al tiempo que Venus despeina los cabellos a los que se sumergen en la nueva estación.

La diosa romana del amor, belleza y fertilidad ronda entre las flores y los brotes que llegan a perfumar las mañanas. Mientras Mercurio el mensajero de los dioses aletea para que se pose entre las almas el espíritu de Prima Vera.

Un espíritu lleno de tonalidades y aromas, de perfumes que se pierden entre las flores, en el que los sentidos se abren a la vida, los deseos renacen luego de la quietud y pasividad del invierno. El sol sonríe a la vida, las nubes se esfuman, los ojos centellean mientras Prima Vera se pasea a través de la brisa.

Es una fiesta, en la que todo resurge, comienza un nuevo ciclo, se renueva la esperanza y la alegría, se cargan de energía los corazones abatidos, y los colores invitan a perderse en el arcoíris más bello.

Una monótona humedad envuelve a las horas dormidas en un sopor inmenso. Sólo algún pájaro se atreve con su canto a traspasar el silencio. En la tibia quietud el olor a tierra húmeda se mezcla con el perfume de las lavandas en flor. La perpleja armonía de la tarde se pierde sin quererlo en su gris apatía. Sin embargo, entreabre sus ojos somnolientos para florecer en las coloridas alegrías, mientras las rosas la perfuman sin más pretensión que la de realzar su belleza. Prima Vera y el verde renacer coquetea.

Andrea Calvete

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