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COLOREAR LOS DÍAS


Año bisiesto 2020, un ciclo de 366 días, llega así febrero con sus 29 días. El segundo mes del verano se asoma vestido y perfumado de carnaval, y casi en un descuido llega marzo para dar la apertura oficial al nuevo año de actividades. Así se colorearán nuestros días con pinceladas llenas de emociones, con sabores diversos, con posibles, con puntos y comas, con matices y tonalidades diversas para conformarán un nuevo tramo de nuestra ruta.

Días en los que el sol brilla, las nubes se interponen, llueve y el viento más leve o fuerte de acuerdo se presenta de acuerdo a la estación del año.

Días en los que el sol abraza.

Días en los que el calor potente se siente, y da posibilidad de disfrutar de días de playa.

Días en los que la risa asomará para iluminar nuestra existencia, o donde las lágrimas purificarán nuestro dolor.

Días en los que conoceremos a alguien especial.

Días en los que algún quebranto de salud nos complica el ritmo de vida

Días en los que la creatividad ilumina las ideas

Días en los que la paciencia nos hace más prudentes y sabios.

Días en los que la vida nos da sorpresas.

Días en los que despedimos a alguien

Días en los que nace un nuevo ser.

Días en los que el esfuerzo da sus frutos.

Días en los que el cansancio hace que nuestro cuerpo se sienta sin fuerzas.

Días en los que nos llevamos el mundo por delante.

Días en los que el mundo nos deja sin palabras.

Días en los que los sí superan a los no.

Días en los que los no se imponen en número.

Días en que las contrariedades no nos dan treguas.

Días en los que nuevas instancias nos dejan asombrados.

Días en los que cambiaremos determinados parámetros para enfrentar nuevos desafíos, lo que nos demandará objetivos concisos y claros, producto de ese análisis que hemos realizado, muchas veces difícil de asumir y enfrentar.

Y las perspectivas ante las que nos enfrentemos irán cambiando dependiendo de la altura de la vida en que estemos y lo que hayamos vivido. Probablemente lo que nos preocupaba a los veinticinco luego de pasados unos cuantos años, siga siendo de nuestro interés, pero desde otra perspectiva. No en vano pasan los años y de ellos algo aprendemos. Es así que nuestra perspectiva cambia y nos vamos despojando de todo el cargamento pesado para alivianar el camino, dejando en el equipaje lo que realmente necesitamos, de este modo será más sencillo caminar y lograr ese equilibrio que todo ser humano busca para sentirse bien consigo mismo.

De esta forma, iremos percibiendo donde nos hallamos parados, porque quien viva añorando el pasado o soñando con el futuro, no podrá vivir el presente, el ahora, que es el tiempo vital de cada día. Asimismo, los resultados en sí no serán tan importantes como lo que hayamos dado de nosotros mismos, y en esta cuenta casi inconsciente veremos que independientemente de los resultados cuando la entrega es realizada al cien por ciento, entonces las culpas y los reproches no tendrán lugar en nuestros días, sólo se hará presente el sentir del deber cumplido, que no es poca cosa.

Y en estos momentos será un gran desafío “rejuvenecer como el águila”. El mito del águila me recuerda al ave fénix que resurgió de las cenizas. El águila es un ave que llega vivir 25 años, y en esta etapa sus plumas comienzan a caerse, su pico se gasta y ya casi no se alimenta. Sin embargo, algunas con un inmenso esfuerzo vuelan bien alto, y allí, a solas, se arrancan las plumas que les quedan y el pico. Tras un tiempo vuelven rejuvenecidas con un nuevo plumaje y su pico renovado.

Y los seres humanos a la hora de enfrentarnos a lo que nos sucede, también somos como las águilas, algunos tocamos fondo y nos dejamos vencer, mientras que otros renovamos nuestras energías, nuestras esperanzas, para renacer, dejando morir todo aquello que nos perjudicó, nos empobreció, o quizás no sirvió para tomar el primer paso hacia el despertar.

El rejuvenecer del águila, implica tener coraje, agallas, estar abiertos a los cambios, a no dejarnos derrotar, a ver que aún es posible soñar, anhelar, buscar nuevos caminos y mirar con nuevos ojos.

El nuevo año que corre nos alienta a la esperanza, porque la vida continúa y queda mucho por hacer, por dar y por vivir. La vida es continuo devenir, el pasado ya fue, el futuro es incierto, por eso vivir con intensidad el momento presente, sin afligirnos ni contracturaranos es un paso imprescindible en el diario vivir.

Así se irán coloreando nuestros días con pinceladas llenas de emociones, con sabores diversos, con posibles, con puntos y comas, con matices y tonalidades diversas para conformarán un nuevo tramo de nuestra ruta.

Andrea Calvete

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