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UN SILENCIO PLAGADO DE RESPUESTAS

En los espacios donde se producen las pausas habitan los silencios, semidormidos nos interpelan, cansados de ser omitidos buscan ser escuchados, hasta finalmente se aglutinan en un silencio plagado de respuestas.

Como diría su madre “rebusques para detener el tiempo”, así detrás de aquella tintura escondía sus canas. Años que cada vez pasaban más rápido, lentamente se escapaban, se esfumaban como la arena cuando la deseamos atrapar entre las manos.

Un día poco prometedor, plomizo se deslizaba el cielo como si cerraran las oportunidades y a cambio pusiera sobre la mesa un sinfín de impedimentos. Sencillamente no era la mejor oportunidad para poner las cartas sobre la mesa, hoy la balanza parecía no ser equitativa. La tintura iba haciendo efecto, y los cabellos blancos se iban coloreando lentamente, como si la juventud con gesto heroico pretendiera regresar.

Las nubes corrían bajo la monotonía de un cielo casi uniforme sin demasiados matices. Sin darse cuenta se vio navegando por las Rías Gallegas, en esos brazos de mar que penetran la tierra frondosos como si la mano del Todopoderoso se hubiera apoyado allí para descansar. Los inmensos acantilados de sus antepasados la invitaron a recorrer las aguas azules, los viñedos desbordantes de uvas jugosas y los perfumados pinares tentadores para dormir una siesta profunda. El yodo del mar penetró por sus narinas, mientras un par de gaviotas revoloteaba alto en una danza enigmática. No paraba de preguntarse, por qué dejar este paraíso y cruzar un océano para llegar a nuestro diminuto país. Un silencio plagado de respuestas que conocía de memoria le hizo compañía.

Dentro de los “rebusques para detener el tiempo”, no faltaría un vaquero, una prenda que parece rejuvenecer a las personas, desteñidos, gastados, rotos, son capaces de imprimir ese look descontracturado juvenil, así que tomó de su ropero el primer jean que encontró en la estantería más a mano, y una camisa blanca recién lavada, y se dispuso a emprender el día. Nuevamente se tropezó con un silencio plagado de respuestas, no las quería escuchar por lo que prefirió conectarse a su celular, buscó música en Spotify que le permitiera alejarse de este silencio repleto de dudas.

El olor a café con leche la retrotrajo aquellas mañanas en las que desayunaba en casa de su abuela. Su pelo gris entrado en canas y los surcos de sus arrugas se hicieron presentes, no había tinta que los atemperara ni cremas que las ocultaran, estaban allí presentes como fieles testigos de aquellos años repletos de sacrificio, amor y alegría. Recordó las pupilas centelleantes que brillaban a pesar de todo lo que la vida llena de contratiempos le había puesto por delante, mujeres como su abuela por parte de padre o bisabuela por parte de madre, marcarían profundamente su camino. Un silencio plagado de respuestas la acompañó nuevamente, sólo que ahora con la intención de hacerle grata compañía.

Andrea Calvete

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